Sábado 19 de enero de 2008. Estoy bastante cansado pero contento de estar en Lima, capital del Perú. Voy a comenzar mi relato contando un poco de ayer. Llegué al aeropuerto de Lima luego de un lindo vuelo de 4 horas. Aterricé a las 19:45 y después de casi 2 horas en las que no pude encontrar al tipo del hostel que me tenia que venir a buscar ya estaba negociando con un taxista el precio y cuando me estaba por subir se me acerca uno y me dice Matias? Siiiii le digo (yo muy contento al ver que me encontró y me ahorraba 12 dolares). Samay Wasi es un hostel muy copado, la gente que atiende tiene muy buena onda y la ubicacion es excelente. Está en el distrito de Miraflores que es una especie de Olivos o Martinez. Es residencial, buenos hoteles, tiene centro comercial y mucha seguridad. Es una parte de la ciudad que está muy de moda y es “bacanísima” (como le llaman ellos). Tiene unas playas que no valen nada (igual ni me acerque mucho, pero hay mucha piedra) y me dijeron que el agua está helada. Entonces ayer llegué al hostel, me acomodé en la habitacion que comparto con 5 personas y me fui a un complejo muy chévere a 2 cuadras en el que hay negocios, restaurants y cines muy finos a comer algo. No era un muy lindo lugar para empezar el viaje ya que comer en ese lugar era carito. Igualmente los precios en comida los encontré muy parecidos a BsAs. Después de comer y charlar un rato con unos peruanos del hostel que le daban de lo lindo al wisky con coca me fui a dormir. Hoy sábado me desperté 6:40 y me fui abajo a la TV a ver si pasaban a Mónaco (tenis para los que no saben), pero lamentablemente no lo daban así que volví a la cama y dormí un ratito más. Luego de un lindo desayuno me fui con 3 argentinos y una parejita de colombianos (que linda está la colombiana!!!) al centro de Lima. Recorrimos el centro histórico, la Plaza Central o de Armas donde pudimos ver el cambio de guardia en el palacio de gobierno, sus alrededores y visitamos el museo de la Inquisición que me gustó mucho y aprendí más sobre ese tema.
Luego me separé de ellos y me fui a ver si podía comprar el pasaje para Máncora (una playa muy linda en el norte peruano). Pero ya era la hora del almuerzo y como siempre no podía no ir al mercado central y comer ahí. Me clavé un lindo menucito por 4.2 soles (0.2 del pan, jaja). De entrada una sopa (7 puntos), luego unos tallarines saltados que venían con verduritas, carne, muchos condimentos y salsa de soja (10 puntos). Me dieron un refrigerio (0 puntos) muy pero muy feo. Tomé un traguito y lo dejé. La mina me dijo que lo hacen con unos yuyos así que no pregunté nada más. Me llené mucho porque el plato era enorme. Ahora sí con la pancita llena me fui a comprar el pasaje en los transportes públicos que son unas combis colectivos en las que hay un tipo gritando todo el tiempo el recorrido que hacen para subir pasajeros. Creo que todavía me retumban los oídos de los bocinazos. Impresionante como le dan a la bocina. El Estadio Nacional quedaba muy cerquita así que sin dudar un instante me fui a ver si podía entrar. Lo logré después de chamullarme al guardia. Entré a una platea y saqué unas fotos. Después de estar todo el día caminando volví al hostel para descansar un rato así salgo a la noche.
GUAYAQUIL Y QUITO
Miércoles 23 de enero de 2008. Hoy llegué a Guayaquil, la ciudad más popular de Ecuador. En el relato anterior me habia quedado en Lima en que iba a salir la segunda noche. Luego de un descanso me fui a comer algo a la zona de la calle “Las Pizzas”, creo que no hace falta aclarar el porque de ese nombre. Es una zona con mucha gente comiendo en mesitas en la calle. Es realmente muy lindo pero un poco caro para mi presupuesto. Terminé comiendo acompañado en McDonald’s (nunca suelo comer ahí) y charlando largo y tendido con una peruanita muy simpática para luego ir a ver que tal son las discotecas de esa zona de Lima. Entré a varias y ninguna me pareció linda, la verdad un desastre. Al día siguiente partí para las famosas playas del norte peruano de Máncora. Estas son playas elegidas por surfers por sus grandes olas. Tienen demasiada fama. No sé que le ven de lindo. Para mí tiene muy poco que ofrecer tanto en playas como en pueblito que no tiene mas de 10 cuadras x 10 cuadras para que se den una idea y todo pasa en la calle principal que es muy transitada. Lo único rescatable es el agua del mar que es de color verde azulado y no es fría para nada, tiene una temperatura muy agradable. El único alojamiento que pude conseguir fue bastante pobre y encima estaba lleno de argentinos. También en Máncora había unos cuantos chilenos. Y me dijeron que Junio y Julio hay muchos israelíes y europeos. Tanto durante el día como en el noche hacía mucho calor y para colmo durante la noche te comían los mosquitos.
Dos días fueron suficientes para este lugar. Había que seguir subiendo y el siguiente destino era Guayaquil en el sur de Ecuador. Me tomé un micro a las 23.30 hs y 2 horas después me estaban sellando en el pasaporte la salida de Perú. Algo realmente raro es los 2 puestos de control migratorios (de Perú y Ecuador) están bastante distantes entre sí y hay que moverse en vehículo porque a pie es muy lejos. Pero hay unas especies de moto-taxi (muy buen invento) que te cobran por llevarte de un lado a otro. Igual yo iba en el micro que paraba en ambos puestos. Estuve a las 3:30 hs 1 hora parado en el control ecuatoriano esperando a que les vuelva el sistema para poder sellar los pasaportes de entrada. Como verán no solo pasa en Argentina. Finalmente con una intensa lluvia llegamos a la terminal de Guayaquil que es la mejor terminal terrestre que pisé en mi vida. La mayoría de gente del micro se iba para Montañitas que es una playa de similares caraterísticas que Máncora pero 10 veces mejor dicen… Igual no me convencía y preferí quedarme en Guayaquil. Me tomé un taxi a la zona del Malecón que queda en el centro y con 18 kg de carga entre las 2 mochilas me puse a caminar a buscar algun hostel. Conseguí uno lindo y cómodo frente a un parque y a media cuadra de la Av 9 de Octubre, la principal de Guayaquil. Dejé las cosas en el cuarto y me fui con un mapita y cámara en mano a recorrer la ciudad. Pude ver una ciudad limpia, bien cuidada y nada que ver al país vecino. Ya al cruzar la frontera notás un cambio en la geografía. Dejás lo árido de Perú y entrás a lo verde de Ecuador. A lo largo de toda la ruta se ven plantaciones de bananas. Todavía no me compré ninguna, pero no va a faltar oportunidad. También noté mucha seguridad y se notá que es un centro económico y financiero importante en la región. La ciudad está atravesada por el río Guayas y tiene un hermoso Malecón, el cual tiene restaurantes, estátuas y monumentos a los largo de sus 2.5 km de largo. Mañana completaré mi recorrido por la ciudad y a la noche seguro que parto para Quito.
Sábado 26 de enero de 2008. Me había quedado en el relato pasado contando lo del primer día en Guayaquil. El segundo día no varió mucho del anterior. Justo ese día, el jueves, estaba prevista una gran marcha y protesta en toda la ciudad. Empezaba supuestamente a las 15 hs y el punto de congrgación era un clásico en la ciudad: Av 9 de Octubre y el Malecón. Es como decir Corrientes y 9 de Julio en BsAs. Como toda mañana la arranqué con un desayuno en el que no puede faltar mi ración diaria de leche y pan. Luego me fui a comprar el pasaje a Quito a la terminal. Les puede asegurar que esa terminal de micros es por lejos la mejor en que estuve en mi vida. Ya con la tranquilidad de tener el pasaje en mano volví al hotel y acomodé todo ya que a las 13 hs tenía que dejar la pieza. Dejé la mochila grande en la recepción y me fui a dar vueltas con temor a como podía llegar a ser una manifestación en Ecuador. Almorcé y no sé como pero aparecí en el epicentro donde dentro de una hora sería la manifestación. Me senté en un banquito junto a unos guayaquileños y me dispuse a observar todo. Cada vez caía más y más gente. A todo esto todo el tráfico de la ciudad obviamente estaba cortado. La verdad no me sentía presente en una manifestación, o mejor dicho, yo no estaba acostumbrado a ver ese tipo de manifestaciones en contra de un gobierno. Me asombró mucho lo pacíficos que son los ecuatorianos. Concurrían familias enteras con criaturas y hasta ancianos se podían ver. Me intrigaba mucho saber las razones de esta marcha. Mucho no quería preguntar para no darme a conocer como turista y llamar la atención. Pero por un momento debo admitir que me sentí como uno mas de ellos. Me dieron una banderita de la ciudad de Guayaquil con los colores característicos (celeste y blanco, que lindos no?) y la flameaba como cada una de las incontables personas que estabanpresente. También muchos tenían la remera con la bandera y los colores celeste y blanco e incluso ví a unos cuantos con la camiseta de la Selección Argentina. Todo el mundo cantando canciones propias de la ciudad como demostrando mucho amor por su ciudad y su patria. Por lo poco que pude averiguar el acalde de la ciudad fue quien llamó a la protesta. Este hombre es muy querido en su ciudad y está como alcalde hace muchos años. Todos estos individuos están en contra del Presidente Rafael Correa y de sus medidas y forma de gobernar, siendo ese el principal motivo que llevó a salir a la calle y protestar a toda una ciudad. Capaz me extendí un poco en este tema pero no quería pasarlo por alto asi nomás. Sinceramente me asombró. Dá para reflexionar mucho en como hacemos las cosas nosotros los argentinos.
Llego a Quito por la mañana temprano luego de un cansador viaje de ocho horas en el cual dormí muy poco. Luego de tomarme el “trolebus” (Sí, Sí, leyeron bien: t-r-o-l-e-b-u-s) que me dejó en la parte histórica de la ciudad me puse a buscar alojamiento. Me metí en una cueva y un tipo al que se le entendía poco me quería cobrar USD 4 por día (pensé que al ser tan feo y no haber nadie era por eso que te cobraban tan poco). Me estaba yendo porque quería encontrar uno que había visto en internet a USD 6 que parecía copado, cuando el tipo me llama y me dice que espere un momentito. Llama a otro hotel y me dice que ahí hay extranjeros y que tiene lugar y me sale USD 2,5 por día. Como estaba en pelotas y no perdía nada, fui a ver que tal estaba. Al rato me dí cuenta que había sido una excelente decisión. Estaba ubicada en una de las esquinas de la Plaza San Francisco (lugar muy centrico y lindo) y el flaco encargado o dueño re buena onda. Había muchos extranjeros y en especial japoneses. Todavía me pregunto el por qué. Enseguida me asigna una habitación individual con cama matrimonial y vista a la plaza. Mejor no podía ser! Me preparo rápido y me voy rumbo a la ciudad de la Mitad del Mundo. Después del metrobus y un colectivo (me llevó casi 2 horas porque había mucho tráfico) llego a la famosa mitad del mundo. Esa línea roja que divide al hemisferio sur del hemisferio norte por fin la tenía frente a mis ojos. También ese famosísimo Monumento Ecuatorial de forma piramidal-cuadrangular con sus cuatro monolitos en los ángulos que tiene orientación geográfica de los cuatro puntos cardinales y justamente está localizado en la Línea Ecuatorial de latitud 0º 0? 0”. O sea, por ese único punto pasa el paralelo con circunsferencia más grande de la tierra. También dentro del complejo hay un par de museos pero no entré a ninguno ya que no me interesaban. Saqué las fotos obligatorias como la de un pie en el hemisferio norte y otro en el sur y un par más como sosteniendo el mundo con mis manos. Caminé un poco más mientras miraba por última vez el monumento y me retiré para volver al hotel. Estaba muy cansado. Lo único que rogaba era poder sentarme en la vuelta. Un par de horas más tarde, luego de un recomponedor descanso ya que la altura de Quito (2800 msnm) me voltió un poco salí a caminar por la ciudad histórica. Me hizo acordar mucho a Potosí y a Cuzco. Parece como si la ciudad estuviera enclavada en el fondo de una cacerola. Está rodeada de sierras lo cual hace un paisaje aún mas maravilloso de todo lo antiguo. Como toda ciudad influenciada en forma directa por los españoles tiene muchas iglesias, conventos y monasterios. Tiene un par de plazas demasiado bellas donde realmente dá gusto sentarse en uno de sus bancos a leer, a tomar aire, a ver pasar gente, o a simplemente no hacer nada y dejar que el tiempo fluya como aire. Siendo este mi último día en Quito no voy a perder más tiempo y me voy a todo eso a la Plaza Grande, la más linda por lejos.
BOGOTÁ
Miércoles 6 de febrero de 2008. Después de unos cuantos días sin escribir… me dispongo a hacerlo nuevamente ahora desde Bogotá, ciudad capital de Colombia. Quito había sido mi último contacto con ustedes por este medio si es que se tomaron la molestia o se dieron el placer de leer mi último relato.
Dejé la pintorezca capital andina el 27 por la mañana tomándome un micro de la terminal hasta Tulcán, ciudad fronteriza con la vecina Colombia. Cinco horas de un viaje en el que no recorrimos más de 250 km.
En el camino ya se empezaba a palpitar lo que serian los próximos viajes. Subidas y bajadas pronunciadas con muchas curvas cerradas en las que tener una buena mano y habilidad son condiciones obligatorias para conducir. Todo a lo largo de la gran Cordillera de Los Andes. Por suerte no tuve mareos y pude disfrutar de esos magnificos paisajes. Una vez llegado a Tulcán, me tomé junto a una pareja de colombianos un taxi que nos llevo a la oficina de migraciones ecuatoriana para sallar la salida. Una lluvia de pensamientos inundó mi mente. Dejaba atrás un país cuya gente me trató de una manera increible y sin duda alguna superó ampliamente mis expectativas en todo concepto, como ser la de: ¿Y qué voy a hacer en Ecuador? ¿Vale la pena visitar un país del cual sabemos poco y nada? ¿Qué tan interesante puede ser ir a un país sin ningún atractivo turístico mundialmente conocido y sabiendo que sufre una gran pobreza?
Dicen que viajando se aprende. Yo diría que viajando uno se educa. Es una educación en la que no hay escuelas ni universidades de por medio. Solo se dá por el hecho de abrirse a conocer una nueva cultura, de conocer gente, de ser o simplemente hacerse el amistoso, de hablar con la gente por el simple hecho de que todavía es gratis y de hasta ser un poco caradura. Lamentablemente no todos tienen la oportunidad que estoy teniendo yo en este momento, pero les sugiero que la busquen, la generen y hagan el esfuerzo para obtener esta educación que no es ni más ni menos que una excelente y de las mejores inversiones.
Entré a Colombia con muchas ilusiones y mucho hambre. Me sellaron la entrada ya en territorio colombiano y con esa pareja la cual ya habíamos estado hablando un rato nos tomamos un taxi a Ipiales (10 min) que es la primer ciudad del lado cafetero. Tulcán – Rumichaca resultó ser una frontera demasiado tranquila para sudamerica. No hay ese típico comercio ni transito que suele haber en otras fronteras latinoamericanas. Apenas llegamos a Ipiales abordamos una buseta o combi que iba a la pequeña ciudad de Pasto distante solo hora y media de Ipiales. Allí pasé los dos días siguientes. Llegando se pueden observar por todas las laderas de las montañas los cultivos de papa que son muy característicos de la zona. No exagero si digo que pude haber sido el único extranjero en la ciudad. La misma se la asocia a la palabra carnaval, ya que junto a Barranquilla son sede de los carnavales mas importantes y grandes del pais. El de Pasto se celebró la primer semana de enero y el de Barranquilla el primer fin de semana de febrero. También hay un volcán muy famoso en Pasto que no tuve la suerte de subir. Igualmente no creo que haya podido debido a que una semana atrás había estado en actividad.
Dieciocho horas en micro me separaban de Bogotá, pero debido a un problemita en la carretera se hicieron veinticinco horas. Llegué de noche a la terminal. Abordé una de las típicas busetas que me dejó a pocas cuadras del hostal. Se me hizo un poco complicado encontrar la dirección a la que iba. No tenía mapa de la ciudad y por las calles solo se veían algunos estudiantes que salían de la universidad, unos muchachos jugando un partido de fútbol y un par de mendigos pidiendo por ahí. No me quedó otra que preguntar para llegar a destino. Siempre suelo preguntar más de una vez y a personas distintas. Puedo parecer desconfiado pero no me importa. Esa tranquilidad que gano y más de noche como estaba y sin conocer la ciudad es impagable. El Hostal Sue resultó ser un lugar muy agradable por su gente. Es la gente la que te puede hacer pasar una buena o mala estadía y Bogotá no iba a ser la exepcion. Dejé todo en mi dormitorio compartido con otras cuatro personas y me fui a comer algo. Probé después de tanto escuchar hablar las famosas “arepas” que son una comida típica venezolana muy común en Colombia. Me fui a dormir contento por que al día siguiente llegaba mi amigo Francisco desde Buenos Aires. Mi primera mañana en Santa Fe de Bogotá la dediqué a recorrer el barrio donde estaba alojado llamado “La Candelaria”. Este fue el primer barrio de la ciudad y aún conserva su antigua arquitectura del Siglo XVI. Visité la Plaza Bolivar donde está el Capitolio Nacional, el Palacio de Justicia también llamado por lo colombianos el Palacio de la Injusticia, la Catedral y un par más de construcciones todas alrededor de esa plaza. A pocos pasos de la plaza queda la Casa de Nariño, sede del Presidente Alvaro Uribe. Para poder caminar por esa cuadra uno es revisado por personal militar. Entré a un par de museos que la verdad no llamaron demasiado mi atención. Para terminar la recorrida caminé bastante para llegar al llamado centro internacional, donde me dijeron que estaban todos los bancos, edificios más altos y lindas tiendas. Personalmente me pareció demasiado pobre todo eso, así que volví antes de lo pensado. Por la noche fui a recibir a Francisco al aeropuerto. Llegué al aeropuerto El Dorado temprano debido a que el servicio de busetas no funciona tarde en la noche. Hacía bastante frio y hasta me salía “humito” por la boca. Bogotá al igual que Pasto se encuentra a unos 2600 msnm. Esto hace que haya una considerable amplitud termica y por las noches las temperaturas desciendan bastante.
El primer día de Francisco no varió demasiado respecto al mio. Lo llevé a recorrer el barrio antiguo y casco histórico de la ciudad. Por la tarde entramos al Museo Nacional, pasamos por el planetario y entramos a conocer la plaza de toros donde el domingo se realizaba una corrida. Luego de todo eso nos merecíamos un buen descanso, pero antes de llegar al hostel pasamos por el supermercado y compranos lo que sería nuestra cena. Temprano en la noche partimos en transmilenio (transporte muy usado en Bogotá que es como un colectivo que tiene un carril exclusivo) a la zona rosa que queda en la parte norte de la ciudad, y es donde está la mejor movida nocturna de Bogotá. Esta zona es realmente bonita y allí vive la gente con mayor poder adquisitivo.
Si uno mira hacia el este vé dos grandes cerros. Uno es Monserrate y tiene un telesférico que te sube hacia la cima que está a 3200 msnm. También se puede subir caminando y así es como subimos. El ascenso es un poco duro con escalones muy altos, pero de mientras uno va disfrutando de la hermosa vista de toda la ciudad. Una vez arriba nos pusimos a charlar con un muchacho de Bogotá mismo y con él emprendimos el descenso. Como vivía cerca de la terminal y nosotros teníamos que ir ahí a comprar el pasaje a Santa Marta, muy amistosamente nos ofreció llevarnos. Pero no solo eso, sino que también nos invitó a comer una riquísima bandeja paisa a un restaurant. Nos comentó que proximamente va a visitar Buenos Aires, así que ya nos comprometimos con un asado. Esa misma noche entramos gratis a un bar-discoteca de un contacto que teníamos. Realmente la pasamos muy bien y conocimos mucha gente. Al día siguiente tuvimos que abandonar Bogotá dejando muy buenas personas y hospitalarias que nos hicieron pasar muy lindos momentos. Santa Marta, en el caribe colombiano, sería nuestro próximo destino.
SANTA MARTA Y TAYRONA
Domingo 10 de febrero de 2008. Dieciocho horas después de haber partido de Bogotá llegamos a Santa Marta, una de las ciudades del caribe colombiano. Arribamos por la mañana e inmediatamente averiguamos como ir al Parque Nacional Tayrona distante unos 35 km de la terminal. Desayunamos algo y luego de hacer las correspondientes averiguaciones nos tomamos un taxi hasta una rotonda por donde pasan busetas que te llevan directo a la entrada del parque. Todavía no se como hizo esa busetita toda destartalada para llegar. La entrada a este enorme parque que tiene miles de hectareas terrestres y acuáticas costó más de lo pensado, y justo en ese momento escaseaban los pesos colombianos. Desde la entrada había que transitar casi 4 km hasta la zona donde empieza el sendero por el medio de la selva que te lleva a las distintas playas. Había dos opciones: caminarlos con las mochilas al hombro (llevaba más de 16 km) o pagar USD 1 y te llevaban en camioneta. Nos hicimos los valientes y empezamos a caminar, pero al rato empezamos a hacer dedo. Y como en todo Colombia, siempre se encuentra gente solidaria. Nos levantó un pelado en una linda 4×4 y nos llevó muy amablemente el resto del trayecto. En la siguiente etapa ya no íbamos a zafar. Había que caminar dentro de la selva 3,8 km hasta la primer playa llamada Arrecifes. El terreno no ayudaba demasiado. Subidas y bajadas sumaban al cansancio general que veníamos arrastrando. Todo el trayecto fue bastante duro y sirvió como previa para todo lo que se venía. De mientras uno podía escuchar todo tipo de ruidos provenientes de animales. Lo bueno fue que caminabamos todo bajo la sombra de los árboles. Igualmente hacía mucho calor y había bastante humedad. Arrecifes fue nuestro primer contacto con el Mar Caribe. Nos encontramos con una típica playa caribeña. Linda arena (aunque no era blanca blanca), muchas palmeras, algunas rocas, agua clarita, y bastantes olas por lo que en esa playa no está permitido el baño. Ahí se podía leer un simpaticón cartel que decía: “Aquí ya murieron más de 200 personas. No sea el próximo.” Descansamos un rato y de mientras nos deleitabamos observando ese paisaje de mar, playa, montaña y selva. Seguimos viaje por la selva rumbo a la tercer y última playa. El camino estaba muy poco señalizado y por momentos uno no sabía por donde ir. Me pareció muy pobre el mantenimiento y la infraestructura destinada al turista dentro del parque. Estoy seguro que si a ese parque se lo dan en conseción a algun grupo particular o empresa, todo sería muy distinto. Es realmente una pena porque es un parque maravilloso que con un poco más de dedicación y ganas podría ser otra cosa totalmente distinta. Llegamos por fin a la tercer playa y allí alquilamos una hamaca para pasar la noche. Como era de esperar, resultó bastante caro.
Era la hora del almuerzo y queríamos comer bien. Había un único restaurant en el que comimos un lindo plato de spaghettis (era lo más económico y para mí lo más rico, obvio). Sin hacer la digestión y perder un segundo nos fuimos a la playa, es decir caminamos no más de veinte metros. Esa playa es hermosa por donde la mires. Tiene un fondo selvático y montañoso lleno de verde que no deja de sorprender tanto a los mismos colombianos como a extranjeros. Caminamos solo cinco minutos para llegar a una playa nudista que estaba totalmente vacía. Parecía virgen. Allí nos instalamos, con toda la playa para nosotros. No pasó mucho tiempo para que empiece a llegar gente. Para nuestra sorpresa nadie la tomó como nudista, había solo un valiente que tuvo el coraje de ponerse como dios lo trajo al mundo a tomar sol, claro que boca abajo. Tuve la noche más tranquila. Dormir al aire libre bajo un cielo todo estrellado en el que las estrellas iluminan el camino y de fondo el sonido de las rompientes de las olas no es algo de todos los días. Al día siguiente por la mañana empezamos a recorrer el camino de vuelta. Me hubiera gustado quedarme una noche más, pero el presupuesto y la falta de tiempo me obligaba a tomar esa decisión. Siempre se dice que las vueltas se hacen mas cortas, y así fue. Llegamos menos cansados que a la ida, capaz fue por el hecho de que nos ligamos un desayuno cuando más lo necesitábamos. Hicimos amistad con otro colombiano y muy amablemente nos invitó con una arepa rellena con huevo y, luego para completar el combo la señora que las hacía nos regaló el cafe. Creo que a veces debemos dar lastima, pero estoy llegando a la conclusión que también los colombianos son muy buena gente. A cambio, y por iniciativa propia nos comprometimos a otro asado. Ya de vuelta en Santa Marta tomamos un micro a la histórica Cartagena de Indias.
CARTAGENA
Sábado 16 de febrero de 2008. De Santa Marta a Cartagena hay solo doscientos y algo de kilómetros. Parecieron más de quinientos. Se hizo insoportable. Estaba muy cansado de las caminatas en Tayrona y realmente lo único que quería era llegar y dormir. Llegamos en casi cinco horas y apenas salimos de la terminal nos tomamos una buseta rumbo a la ciudad amurallada que fue construída especialmente para frenar los ataques de los piratas. Al hostel que queríamos ir no pudimos debido a que estaba lleno. Entonces… a caminar y a buscar. Se nos acercó uno de los tantos hombres que estaban en la calle ofreciendose para ayudarnos. Seguramente nos habrá visto con cara de preocupados y un poco desorientados en la ciudad. Amablemente nos preguntó si buscábamos alojamiento y inmediatamente respondimos un rotundo sí! Por ahí pecamos de inocentes pero realmente ya queríamos instalarnos en un lugar. Habíamos entrado a varios lugares pero siempre por algo salíamos inconformes. Este hombre nos llevó primero a uno un poco caro, luego a otro de menor categoría en el cual decidimos quedarnos al menos esa noche. El hambre ya era cosa seria por lo que salimos a comer algo con la plata justa y sin ningún objeto de valor ya que a esa parte de la ciudad se la veía bastante peligrosa de noche. En apenas diez minutos nos llegaron a ofrecer tres veces cocaína y marihuana. Aunque esta última si bien sigue siendo ilegal está muy metida en toda la ciudad. Por la cara se veían muchas caras que si estaría caminando por Buenos Aires hasta cruzaría de vereda.
El día siguiente por la mañana nos levantamos temprano ya que nos esperaba un día movidito. Francisco tenía un contacto de un tío viviendo temporalmente en la ciudad así que luego de pasar por la oficina de turismo y recoger un mapa de la ciudad fuimos a visitar a su tío para luego dirijirnos al Club Náutico de donde salen todos los veleros y tratar de conseguir alguno que nos lleve a Panamá pasando por las islas de San Blas. No existe forma alguna de cruzar de Colombia a Panamá que no sea por vía aerea o marítima ya que en la zona fronteriza se encuentra una región llamada Darien de selva muy peligrosa y está tomada por las guerrillas. Esta travesía en velero por el mar caribe y visitar este archipiélago fue una de las grandes motivaciones que me llevaron a la realización del viaje. El hecho de pensar en pasar dos días navegando ese mar de aguas cristalinas y tres días en esas paradisíacas islas, de las cuales algunas de ellas tienen el tamaño de un dormitorio, hacía imaginarme unas vacaciones ideales. Llegamos al náutico y empezamos a buscar esos veleros comerciales que ofrecen el servicio a turistas aventureros. Era un martes y el primer velero que salía era de un colombiano y partía el sábado. Nos venía bárbaro ya que teníamos unos días para recorrer y conocer Cartagena. Cinco minutos nos duró la alegría. El ayudante del capitán nos busca y nos dice que no sale debido a que necesita un repuesto y le va a tardar más días en llegar. Seguimos buscando y encontramos una señora que nos dice que su marido está saliendo justo en una semana. Le rogamos si podía salir antes pero la respuesta fue negativa. Esperar tantos días se complicaba ya que no disponíamos de tanto tiempo y quedaba mucho viaje por delante. Ya no quedaban más de esos veleros comerciales. Decían que no era una muy buena época para realizar esas travesías ya que hay fuertes vientos y el mar está muy movido y puede ser peligroso. Quería ser optimista y pensar en que hablando con gente del náutico íbamos a conseguir algo. Creo que luego de horas metidos ahí adentro logramos contactarnos con todas las personas e incluso nos ofrecimos en todos los veleros particulares como ayudantes, cocineros, personal de limpieza o lo que sea con tal de que nos lleven y podamos hacer esa travesía tan ansiada. Muchos no nos llevaron por que no necesitaban gente, otros por que nos nos conocían y cada uno habrá tenido sus propios motivos. Hasta llegamos a ofrecernos para ir a cualquier destino del caribe e incluso para cruzar el Océano Atlántico pero nos dijeron que no era época tampoco para eso. La bronca, la frustración y el fastidio crecía en mí. Ya más no podíamos hacer ese día.
Agotamos todo lo que estaba a nuestro alcance. Por momentos sentía que todo lo que ya había hecho, vivido y conocido en el viaje no tenía sentido ni valía nada si no podía hacer ese viaje. Al día siguiente quisimos volver al náutico para ver que nos respondían unos franceses respecto de llevarnos a Panamá pasando obviamente por las islas. También queríamos ver si había llegado algún barco nuevo y hacer de nuevo lo imposible para poder conseguir algo, cualquer cosa. Queríamos navegar por mar abierto varios días. Evidentemente el destino quiso que no viajemos por que un maldito empleado (el portero) del club no nos dejó pasar debido a que no teníamos autorización para entrar. Me invadió un mar de bronca y me contuve en no decirle nada inadecuado para no generar conflicto ni violencia. El plan menos y jamás pensado aparecía como único camino para llegar a Panamá y se llamaba avión.
Empezamos a averiguar y nos vimos sorprendidos por el altísimo valor de los pasajes de ida. Hay solo dos compañías que vuelan la ruta Cartagena – Ciudad de Panamá. Con malestar compramos los pasajes el viernes por la mañana para salir por la tarde. Tuve la mala idea de tratar de cambiar dolares en la calle a esos tipos que te tientan con la tasa a la que te cambian. Hice todo con demasiada precaución por que sabía que eran peligrosos. Hice revisar los billetes en la agencia de viaje y me dijeron que me los aceptaban. Pero siempre esos malandros quieren estafar al turista. Lo agarré justo cuando quiso estafarme. No pudo. Quedé un poco nervioso por la situación tensa que había vivido. Costaba mentalizarse en que no nos quedaba otra, pero por otro lado trataba de ver el lado positivo y era ique íbamos a poder estar en San Blas el tiempo que querramos y conviviendo en la misma isla en que vive una comunidad de indios denominada Kuna Yala. De casualidad conseguí el celular de un indio Kuna llamado Aaron que tiene unas cabañitas en una de las 365 islas que forman el archipiélago. Almorzamos por última vez en Cartagena y luego nos tomamos una buseta que en quince minutos nos dejó en el pequeño aeropuerto. En solo una hora y veinte minutos llegaríamos a Panamá previa escala en Barranquilla. Tuve la suerte de poder estar presente en la cabina sentado como tercer comandante durante todo el vuelo, incluyendo el despegue y el aterrizaje, pero eso será parte del próximo relato.
CIUDAD DE PANAMÁ
Miércoles 20 de febrero de 2008. Tuve el vuelo más corto de mi vida. Fue en la compañía Aire y fue de veinte minutos. Dejamos Cartagena y llegamos a Barranquilla que está a unos ciento y pico de kilómetros. Nos hicieron bajar del avión un ratito para limpiarlo y acondicionarlo. Era un avión chico a hélice. Subimos nuevamente e inmediatamente se me ocurrió preguntarle a la azafata si podía viajar en la cabina. Después del ataque a las torres gemelas se introdujeron nuevas medidas de seguridad entre las cuales se prohibe el ingreso de pasajeros a la cabina durante el vuelo. Así que ya suponía cual iba a ser la respuesta. Sorpresivamente cinco minutos más tarde estaba sentado en la cabina con el cinturon de seguridad puesto observando el procedimiento para el despegue. Siento que volar es algo que me fascina y más si estoy en la cabina y tengo la oportunidad de aprender. Espero que en algún momento de mi vida tenga la posibilidad de aprender a volar. Hice las mil y una preguntas y los comandantes fueron muy amables y me explicaron todo.
Estaba muy feliz. Llegamos al aeropuerto Tocumen a eso de las nueve de la noche. Ibamos a viajar en colectivo hasta el centro pero como era lejos arreglamos con un taxista que nos lleve. En el camino ya se podían ver las inmensas torres y rascacielos que adornan la ciudad con sus luces. Me dí cuenta que llegué a la primer gran ciudad del viaje. El taxista resultó ser muy macanudo y nos recomendó un hostel en un lindo y tranquilo barrio como Bella Vista. Esa misma noche salimos a dar unas vueltas por la zona rosa, es decir, la zona donde está la movida nocturna. Por momentos me sentía en otro lugar. Podría ser en Beverly Hills, en algún barrio caro de San Francisco o en cualquier otro lugar donde haya alto poder adquisitivo. Nunca me imaginé encontrarme con los autos y camionetas que hay en Ciudad de Panama. Vehículos que en mi vida ví, ahora los tenía delante de mis ojos circulando por las calles. Me fui a dormir muy sorprendido. El sábado por la mañana fuimos a conocer la ciudad vieja y el casco histórico. Para llegar tuvimos que caminar bastante ya que decidimos ir por la costanera y a pié. Recorrí toda esa parte de la ciudad y la encontré un poco abandonada y sin nada que me llame la atención. Luego queríamos ir a una zona llamada Amador que nos habían dicho que tiene una linda amarra con barcos y que para pasear y almorzar es hermoso. Entramos a las oficinas de la policía de turismo a preguntar como llegar a ese lugar. Nos atendieron de una manera muy gentil y nos ofrecieron llevarnos en un patrullero porque no querían que pasemos por un barrio muy pobre que podía ser peligroso. Así que por primera vez en mi vida me subí a un patrullero de la policía. Estuvimos charlando y se vé que les caímos bien porque no solo nos llevaron hasta ahí, sino que recorrímos toda esa zona arriba del patrullero.
Y por último nos llevaron al shopping más grande de la ciudad: Albrook. Este mall es realmente enorme. Fuimos directo a comer al patio de comidas. El resto del día lo pasamos haciendo shopping. Primero en Albrook y luego fuimos a la zona del centro para seguir caminando y viendo que hay de interesante para comprar. Llegamos al hotel destrozados. Fue sin duda el día que más caminamos. Me fuí a dormir luego de una cena a base de frutas y de dar una vuelta y entrar a un par de lugares en la zona rosa.
El domingo arrancamos más tarde de lo común. Llegamos al Canal de Panamá cerca del mediodía. Sacamos el pasaporte completo que incluye además del mirador la entrada a ver un video y un museo muy bien hecho. Es muy interesante ver como funciona todo el sistema del canal. Tuvimos la suerte de poder ver en vivo como funcionan las esclusas y como los barcos van pasando a traves de este. Es realmente una obra impresionante de ingeniería la que se basa principalmente en una fuerza llamada gravedad. Cuando salimos del canal nos fuimos a comer al Albrook ya que estábamos bastante cerca y además se come muy bien y no es para nada caro. En la mañana habíamos llamado a ese indio Kuna llamado Aaron y no logramos comunicarnos. Al rato por suerte me logro comunicar y el sueño de conocer San Blas ya era real. Arreglé todo y al día siguiente nos pasaba a buscar por el hostel una 4×4 a las 5:30 de la mañana. Islas de San Blas, hogar de los indios Kuna, paraíso total, es el tema del próximo relato.
SAN BLAS
Jueves 21 de febrero de 2008. Me desperté a las cinco de la mañana tal como había programado mi reloj. Cinco y media estaba esperando con todo listo en la recepción del hostel. Aaron me dijo que nos pasaban a buscar en una camioneta 4×4 Lan Rover. No entendíamos por que se necesitaba una 4×4 para llegar a un pueblito y tomarse una lancha hasta la isla que nosotros íbamos. Unas dos horas después lo íbamos a saber. Subimos a la camioneta quince minutos después del horario pactado. Viajamos cerca de una hora y media para llegar a un camino de tierra. Ese era el punto de partida de la aventura. Fueron 40 km a pura adrenalina. Subidas, bajadas y curvas en pleno barro movedizo. La camioneta que estaba toda destartalada parecía un samba por como se movía. Había ciertas partes del camino que si no le ponía las cadenas a las ruedas la camioneta se quedaba. Encima me tocó viajar en la fila de asientos de atrás que se movían para todos lados. Y para colmo la camioneta tenía el tren delantero destrozado, así que la aventura fue doble. Por fin cerca de las diez y media llegamos la orilla de un río donde nos venían a buscar en bote para llevarnos a la isla. Eramos seis personas: cuatro israelíes y nosotros dos.
Llegamos a la isla Cartí. Me encontré con algo distinto a lo que me había imaginado. Pensaba que iba a dormir bajo una palmera y a pocos metros del mar. Pero para mi sorpresa me llevaron a un lugar donde había civilización. Nos asignaron una cabaña para los dos. Tenía una cama y una hamaca. Sin dudas elegí dormir en la cama. En realidad esas “cabañas” son las casas de los indios kunas que algunas las alquilan para turistas. Estábamos alojados en una isla conviviendo con esa comunidad de indios. Jamás me imaginé esa situación. Estaba muy contento, con curiosidad y con ganas de más acerca de ellos. Previo al almuerzo Aaron nos dió unas palabras de bienvenida y nos hizo algunas aclaraciones, como la que no se les puede sacar fotos a las mujeres sin su previa autorización. Incluso te pueden llegar a cobrar un dolar. Estaba seguro que iba a poder sacar muchas sin pagar un solo centavo.
Nunca en mi vida comí en tantas comidas seguidas arroz, ensalada y pollo o pescado. Esa es la base de la alimentación kuna y por lo tanto en esos cuatro días que pasamos con ellos comimos eso. No me quejaba, ya me había acostumbrado, me gustaba y hasta repetía dos o tres veces por comida. Luego de ese primer almuerzo hicimos la primera excursión. Fue a la isla Aguja. Donde vivíamos nosotros no había playa, era como “la ciudad” a pesar de que no había luz eléctrica, ni nada como en las ciudades que estamos acostumbrados a ver. Cartí, esa isla “ciudad o pueblo” no medía más de unos 200m x 200m. Yo ya estaba demasiado ansioso por ver esas islas, esas playas y ese mar paradisíaco que tan famosas hacían a San Blas. Se dice que para creer algo hay que verlo. Yo lo ví y doy fé que existe el paraíso. Este primer paraíso se llama Aguja. Ya desde el bote y desde lejos se podía ver un conjunto de palmeras, algo blanco que era la arena y un cambio brusco en el color del mar. A medida que me acercaba más a la isla no podía creer lo que estaba viendo. La típica foto o postal que uno imagina o sueña con conocer la tenía frente a mis ojos. La arena no parecía arena, sino harina por lo blanco y lo fina. El agua era de un color turquesa pero muy muy clarito y transparente. Bajé del cayuco (es el bote en el que nos llevaban a las excursiones), dejé mi mochila, agarré un visor con snorkel y me fui al mar. Era hermoso ver la cantidad de peces que había, la variedad y el color que tenían.
En esa playa conocimos a unos chilenos de la cole muy macanudos. Ellos quisieron quedarse a dormir en esa isla dentro de una chozita (había solo dos en toda la isla) en hamacas. La otra choza era del cacique de la isla. Nadie más que él y su familia habitaban esa isla. Luego de pasar en la isla Aguja toda la tarde regresamos a Cartí, nuestra isla. Mientras se hacía la hora de cenar me ocupé de averiguar para salir a pescar. Que había pesca en el mar era obvio y también suponía que los kunas debían saber pescar. La gran mayoría de estos indios hablan muy poco español, por lo que se me hacía un poco difícil comunicarme con ellos. Había entendido perfectamente bien que había tiburones, barracudas, atunes y hasta algunos salmones. Eso quería yo! Esa pesca es la que siempre quise hacer. Esta era mi oportunidad. Estaba dispuesto a pagar lo que sea con tal de hacer eso. Decidí hablar con Aaron que hablaba perfectamente español. Aaron me arruinó el sueño. Me dijo que eso se pesca con equipos, con carnada y saliendo a mar abierto. Además no se consiguien equipos de pesca porque los indios no pescan así. Igualmente arreglé para salir a pescar para el día siguiente por la mañana luego de que dejaran al grupo en alguna isla. Igual estaba ansioso y quería pescar como sea y lo que sea. Después de tomar el desayuno salímos para la isla Dragón. Era similar a Aguja. Hermosa. Dejamos al grupo y con el motorista y uno más que por suerte hablaba español salímos a pescar por los alrededores.
Después de cerca de dos horas volvimos a la isla para comer con un par de capturas hechas. Durante el resto de la tarde hicimos snorkel, tomamos sol y nadamos. En el transcurso del viaje de vuelta tiré la línea y pude pescar otro pez llamado bonito. Lamentablemente resultó ser pequeño como los otros. Ya de vuelta en nuestra isla y en los momentos libres aprovechaba y charlaba tanto con otros viajeros como con la gente local. Para ese entonces ya me había encariñado con varios de los chicos del pueblo. Intercambiabamos algunas pocas palabras en español y de mientras esos pequeños me enseñaban palabras en idioma kuna. También les encantaba que les juegue y los haga dar vueltas por el aire. En un momento se me juntaron como seis o siete y todos me pedían a los gritos que los haga volar. La verdad que pasé un momento bárbaro con ellos y muy dificilmente me olvide de todos ellos. Esa noche luego de la cena vimos unos bailes tradicionales de un grupo de adolescentes kunas. Es interesante lo que nos contaban de mientras acerca del significado de esas danzas típicas. Ellos le rinden mucho homenaje al sexo y es por eso que en sus danzas los chicos llevan algo similar a un palo simbolizando el pene y las chicas unas maracas simbolizando los ovarios. También me había encariñado con las kunas que cocinaban. Con ellas pasé gratos y graciosos momentos. Seguro que era al que más veían debido a que entraba a la cocina varias veces durante las comidas. Cada vez que les pedía algo es español o con señas me lo enseñaban en kuna. Como nos hemos reído con esas señoras que como todas kunas vestían unas ropas llamadas molas que eran tejidas por ellas mismas. El idioma de ellos es muy dificil, pero ciertas frases me las sabía de memoria, come ser: Anmas gumbie (tengo hambre) y Orospi (solo arroz). Conmigo eran bien idishe mame. Apenas me veían entrar a la cocina gritaban: mateeeo (y a las que le resultaba mas facil matias) y me preguntaban que quería comer.
En nuestro tercer día fuimos a la isla Pelícano. De más está decir que es tan bella como todas las que hemos conocido anteriormente. Allí estuvimos con los chilenos y la pasamos muy bien. También conocimos otra gente que estaban alojados en otras islas. Ya de vuelta pasamos por una isla muy particular solo para que la fotografiemos. Tenía el tamaño de un dormitorio, solo una palmera en su centro y estaba rodeada de un agua celeste muy clarita y super transparente. Increíble! Ya de vuelta en Cartí me entero la cena que estaban preparando. Langostas y centollas. Probé pero no me gustó y terminé yendo a la cocina a que me prepararan un pollito frito con arroz. El último día en San Blas iba a ser distinto a todos los demás. Hicimos una excursión por la selva a visitar a los únicos dos asentamientos kunas en el continente. Estos son cazadores. Para llegar a estos lugares hubo que navegar un río para luego caminar durante casi dos horas por la selva. En una de las comunidades nos esperaba el almuerzo. Para mi sorpresa había iguana con plátanos fritos y ensalada. Apenas me dijeron que había iguana me acordé de vos abuelo Chano. Tenía ganas de llevarte un poco en una bolsita. La impresión me pudo y nisiquiera pude probarla. Me la presentaron en la mesa con un aspecto un poco feo. Tenía la piel y la cabeza aparecía intacta en una de las bandejas. Eso fue determinante para mí.
Así pasó el cuarto y último día en este increíble archipiélago. Por falta de tiempo no me pude más. Me faltaron conocer muchas islas y lugares. Son 365 islas de las cuales solo cuarenta y pico están habitadas. El resto son todos paraísos. Me llevo un recuerdo inolvidable tanto de su gente (Arquímides, su esposa que estaba en la cocina, Aaron, Fernando, Luismi, Peter, todo el personal de cocina, todos esos chiquitos muy simpáticos, y todo el resto de los kunas que con una sonrisa y un simple “hola” me generaban otra sonrisa) como de sus lugares y playas. Prometí que volveré y lo haré con la mujer que se adueñe de mi corazón.
BOCAS DEL TORO, PUERTO VIEJO Y SAN JOSÉ
Viernes 22 de febrero de 2008. Dejamos San Blas y había que volver a Ciudad de Panamá. Esa noche de viernes decidimos quedarnos a dormir en Panamá para luego el sábado salir para Bocas del Toro, situado en el norte del país sobre el mar caribe cerca de la frontera con Costa Rica. Esa noche tenia ganas de probar suerte así que me fui a un casino de la Vía España. Me llamo la atención lo bajo que estaban las fichas en la ruleta. Primera vez que el presupuesto me permite jugar dentro de un casino y no en ruletas electrónicas. Tuve mucha mala suerte y no pegue una. Igualmente estuvo bueno. Me daban de tomar y a lo ultimo me dieron una bandeja con una picadita.
El sábado nos la pasamos de vuelta en el Albrook Mall. Compre unas cosas mas y luego de cenar a las nueve nos tomamos un micro para Bocas. Dormí como nunca antes arriba de un micro. Cuando llegamos a Almirante nos tuvimos que tomar un taxi hasta el muelle de donde salen las lanchas que nos llevaron hasta la isla Colon a la ciudad de Bocas. Allí se nos planteo la duda. Quedarnos en la ciudad de Bocas donde había movimiento y decían que había diversión nocturna pero no había playas (solo algunas pero quedaban muy lejos, sino había que ir a la isla Bastimento) o irnos a la isla Bastimento. No teníamos muchas referencias de esta isla. Apenas bajamos de la lancha pudimos darnos cuenta donde habíamos caído. Todos sus habitantes eran de raza negra. El idioma oficial que sus habitantes hablan es un ingles rastafari ya que son todos descendientes de inmigrantes de Jamaica y Barbados. Es un ingles totalmente deformado el cual si no te lo hablan despacio no se entiende nada. La verdad que no nos queríamos meter en cualquier alojamiento, por eso buscamos alguno maso menos presentable por lo menos de afuera. Encontramos uno lindo en la única calle, de tierra obvio, que hay en esta isla. Luego de lavar un poco de ropa sucia nos hicimos el almuerzo y nos preparamos para conocer sus playas. Para eso había que caminar cerca de veinte minutos por un sendero que te lleva a otro sector de la isla.
Es difícil después de haber estado en San Blas quedarse impresionado con alguna playa. Estas igualmente eran diferentes y se parecían a las de Tayrona. Durante el camino de vuelta al hostel veníamos pensando cuando y a donde irnos. Finalmente nos inclinamos por cruzar la frontera para Costa Rica al día siguiente. Luego de tomarnos dos lanchas y un taxi llegamos a Sixaola que es la frontera para irnos en un micro hasta Puerto Viejo. Este pueblito es un lugar muy turístico de la costa del caribe. Es ideal para los amantes del surf por sus grandes olas. Tiene una calle principal y su centro es de solo unas pocas cuadras. Aquí hay una gran variedad y oferta hotelera. Ya nos habían advertido que este país era el mas caro de Centroamérica y al poco tiempo que llegamos lo pudimos comprobar. Sin embargo conseguimos alojamiento a un precio razonable. Mientras salimos a dar unas vueltas y a conocer Puerto Viejo Francisco buscaba para tomar una clase de surf. Encontramos a un surfista argentino viviendo ahi que daba clases. Arreglo para el día siguiente por la mañana. Mientras el hacia surf yo tenia pensado irme toda la mañana en bicicleta a conocer un Parque Nacional llamado Cahuita. Estuvo lloviendo durante toda la noche y a la mañana se podían ver los charcos de agua y el barro que se había formado por lo que decidi no ir. Pase un dia muy tranquilo y descansé bastante. En la tarde fui a comprar los pasajes para irnos a San José y hacer conexión para ir al Volcán Arenal.
Temprano en la mañana salimos para San Jose, ciudad capital de Costa Rica. Luego de casi cinco horas llegamos. Nos vimos sorprendidos cuando a eso de las dos de la tarde nos dijeron que ya no habían mas micros que salgan para La Fortuna, ciudad pegada al volcán. Así que no nos quedaba otra opción que esperar hasta el día siguiente y pasar la noche en San José. Fuimos a un hostel a dos cuadras de la Av. Central, principal avenida de la ciudad. Igual para llegar al pleno centro había que caminar cerca de quince cuadras. Charlando con Francisco nos dimos cuenta que para esos últimos días del viaje teníamos intereses distintos. El quería hacer turismo aventura y yo prefería conocer Granada y Managua, dos ciudades de Nicaragua. Entonces cada uno se ocupo de averiguar lo suyo. Yo me fui directo a la empresa de micros a comprarme el pasaje a Granada. El se fue a una agencia de viajes a contratar su excursión. Había comprado para viajar el jueves al mediodía por lo que esa mañana la aproveche desde temprano para pasear por San José. Sinceramente es una ciudad capital con poco para ofrecer al turista y no se requiere mucho tiempo para recorrerla.
Nicaragua es el próximo y último destino de este viaje.
NICARAGUA
Lunes 10 de marzo de 2008. A esta altura del viaje ocho o nueve horas arriba de un micro aparentaba ser un simple trayecto más de los tantos hechos durante todo el viaje. Ticabus, la empresa de transporte que viaja por todo centroamérica fue la elegida para viajar hasta Granada, una ciudad colonial nicaraguense a orillas del gran lago de Nicaragua. Tenía que estar una hora antes de la partida en la empresa. Como me quedaba cerca fui caminando. Era el primer viaje largo que iba a hacer de día porque hasta ese momento todos los viajes largos habían sido de noche. Lamentablemente la frontera entre Costa Rica y Nicaragua cerraba de noche por lo que no quedaba otra que perder el día viajando. Luego de cinco horas en un micro bastante cómodo y moderno llegamos a Peñas Blancas, la frontera.
Eran pasadas las cinco de la tarde y no había comido nada. Me apuré para ser uno de los primeros en bajar del micro y sellar mi pasaporte para tener tiempo de comprarme algo para matar el hambre. No llegué siquiera a bajar del micro que muchos cambistas se me tiraron encima para ofrecerme cambio. Ante todo tenía como urgencia satisfacer mi estómago para luego sí cambiar algunos dólares a córdobas (moneda nicaraguense). Pasé el lado costarricence y unos minutos más tarde me encontraba del otro lado con mis dos mochilas haciendo una fila para que sean revisadas por autoridades locales. Menos mal que me tocó luz verde y pude pasar sin la necesidad de abrir mi mochila grande. De todas maneras no llevaba nada comprometedor pero corría el riesgo de no poder cerrarla ya que iba demasiado cargada. Para mi sorpresa el viaje se me hizo demasiado pesado y cansador. También tenía muchas ganas de llegar y de conocer esas tierras que poco se sabe acerca de ellas. Feliz y con una sonrisa dibujada en la cara llego a la ciudad de Granada. Era de noche y si bien tenía instrucciones para ir caminando al hostel decidí tomarme un taxi. Tuve suerte que conseguí alojamiento sin haber hecho la reserva correspondiente. A pesar del cansancio dejé todo en la habitación y salí a comer algo y a conocer un poco de este nuevo destino.
Con las energías ya renovadas luego de dormir unas cuantas horas, salgo por la mañana del viernes bajo el fuerte sol centroamericano a conocer esta ciudad colonial. Si bien ya había estado en otras ciudades así, no dejé de sorprenderme de sus callecitas angostas, sus antiguas casas de estilo colonial, sus hermosos balcones y de ver pasar las carretas llevando gente. Aunque se la conozca por ser una ciudad, tiene todo el aspecto de un pueblito perdido en el tiempo que aún conserva sus construcciones y su encanto de aquellos tiempos. Su llamado Parque Central es el corazón de Granada. Del tamaño de una manzana, este pintorezco parque que se asemeja mucho más a una plaza es el centro cultural y punto de encuentro de tanto turistas de todas partes del mundo como se ciudadanos locales. Sentado en cualquiera de sus bancos se puede apreciar la enorme catedral pintada de color amarillo. Junto a ésta, hay otras construcciones que con sus colores le dan un toque muy particular a esta histórica ciudad que fue la primera ciudad fundada por los españoles en américa.
Un paso obligado en Granada es visitar su mercado. Allí se puede ver a los turistas mezclados entre la población local comprando desde frutas hasta artículos de limpieza, comida o ropa. Era fácil darse cuenta que todo turista se sentía a gusto y cómodo recorriendo esos callejones con todos sus puestitos. Luego de pasar unas cuantas horas ya en la ciudad me di cuenta que la palabra inseguridad no figura en el diccionario de los granadinos, y sí existe la palabra seguridad y tranquilidad. Me quedaba por ir a conocer la zona del lago Cocibolca o lago de Nicaragua. Este enorme lago de 9000 km² es el único lago de agua dulce en el mundo con animales marinos, desde tiburones hasta tortugas de todo tipo. Tiene una gran costanera donde hicieron un complejo turístico con playa en el que hay un par de restaurants. No es nada del otro mundo y está un poco abandonado. Una vez que oscurece en Granada todo pasa por la calle ‘las pizzas’. Es una de las calles principales y la más turística donde está lleno de bares y restaurants. De noche es de lo más hermoso caminar y sentarse a comer al aire libre en uno de esos pintorezcos restaurants. No son para nada caros y se come muy bien.
Me quedaban dos días más en Nicaragua para volver a San José. Mis planes eran ir a Managua el sábado y el domingo ir al volcán Masaya y a la laguna de Apoyo. Ninguno de estos lugares turísticos quedaban lejos. De Managua no tenía muchas referencias ni sabía que se podía ver o hacer. Luego del desayuno en el hostel, me tomé una combi para Managua que pasaba cada veinte minutos justo por enfrente del hostel. Luego de una hora llegué bajo un intenso calor. Me bajé de la combi en un lugar donde había mucha gente, mucho movimiento y unos cuantos puestos de comida callejera. No sabía para donde ir, que hacer ni que ver y ese lugar no me inspiraba seguridad ni confianza. Luego de negociar con un par de taxistas, me subo a uno y le indico que me lleve a la zona histórica pensando que ese podía ser un lugar muy turístico. Lo que ignoraba era que Managua fue destruída por un terremoto y como consecuencia de ello la ciudad fue reconstruída en otro lugar. Es por esta razón que no iba a encontrar muchos lugares de tales características. Me dejó en una plaza donde había poco para ver, pero aproveché y luego de caminar por esa zona y sacar unas fotos, me fui a conocer el malecón que está junto al lago Managua.
Me llamó la atención lo poco cuidado que está todo lo público en la ciudad. Un ejemplo claro es que había un cartel pidiendo que por favor no se tirara basura al piso, y a centímetros se veía una montaña de basura en el piso. Ridículo! Falta de educación! Caminando por estos lugares me sentía inseguro. Muy poca gente o casi nadie se veía en la calle. En cuestión de segundos había tomado una decisión: me volvía en ese mismo instante para Granada. Para eso tenía que caminar unas cuadras hasta la parada del colectivo que me llevaba hasta la UCA, de donde salían las combis de vuelta. Caminando paso por la plaza donde me había dejado el taxi, y veo un hombre un poco mayor sentado en uno de los bancos. Cruzamos unas palabras y minutos después se transformó en una charla en la que intercambiabamos ideas y cultura. Pasado un rato empezamos a caminar en dirección a un centrocomercial donde iba a almorzar para luego tomarme el colectivo.
El calor a estas horas ya era cosa seria, y este hombre tuvo la inmejorable idea de invitarme a tomar una gaseosa helada en una estación de servicio. Después de disfrutar un poco del aire acondicionado, me cruzo al centrocomercial a almorzar para luego volver sin dudas a la hermosa ciudad de Granada. Me quedaba todavía un día más. Desistí de ir al volcán y a la laguna para ir con gente del hostel a una excursión por unas islas en el lago de Nicaragua. Todas esas isletas (así se las llaman) se formaron hace muchos años debido a una gran erupción del volcán Mombacho. Son cerca de 360 islas, las cuales todas tienen propietarios, y son usadas en su mayoría para vacacionar. Hay una que es muy distinta a las demás. Se llama isla de los monos, y como su nombre lo indica está habitada por una especie de monos. Después de pasar un lindo momento con esta gente, me fui con una pareja canadiense a comer una rica pizza y disfrutar de las últimas horas en Granada escuchando un concierto en el parque central de música tradicional nicaraguense.
El lunes por la tarde ya me encontraba de nuevo en San José de Costa Rica. Quedaban menos de 24 hs. para que este viaje termine. Un viaje sin dudas inolvidable en el que me puse como objetivo tratar de aprovechar cada milésima de segundo. No solo conocí lugares y gente interesante, sino que también este viaje fue un aprendizaje constante en el que aprendí a valorar tanto lo mío como lo ajeno. Me ayudó a pensar y a darme cuenta que somos todos iguales a pesar de tener otro acento, otras culturas, otra manera de pensar y vivir y que todos llegamos a este mundo de la misma manera y con el mismo objetivo.
Muchísimas gracias a todos los que hicieron posible que haga este viaje. Ellos son mi familia: padres, hermanos, abuelos y tíos. También a todos aquellos que conocí y me dieron oportunidad de compartir momentos que jamás olvidaré. Gracias también a todos ustedes, los lectores, que con sus constantes lecturas seguían mis pasos y generaban en mí una motivación extra al momento de escribir. Muchas gracias a TODOS y hasta la próxima!
Escrito por Matías Candel [maticandel@hotmail.com].
muy buena aventura matias! saludos desde México