Vivió en una casa en el medio de la selva ecuatoriana, entre monos, tucanes y una postal verde alrededor. Compartió el día a día con tribus y comunidades de culturas muy distintas a las que estaba acostumbrado. Durmió en una terminal de colectivos, en iglesias, en centros culturales y hasta en un cuartel de bomberos. Acampó en el patio de una casa y recorrió las rutas de América Latina a dedo, intercambiando historias con conductores que conocía en el camino. Todo eso y más hizo Danel Ayesta (27) en los miles de kilómetros que lleva recorridos como mochilero por el continente. Hace un año y medio, se animó a dejar su casa de Caseros, donde vivió desde muy chico. También a sus amigos y su carrera como periodista, para cumplir el sueño de cargarse la mochila y empezar una vida nómade. Todas esas aventuras las deja plasmadas en la página de Facebook, “Sueños de Mochila”, donde combina sus pasiones: el periodismo y viajar.
Primero, un amigo lo llevó desde Caseros hasta San Luis. Después llegó a Mendoza y, meses más tarde, cruzó la frontera. Estuvo en Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. Y planea continuar su ruta hasta México, siempre con la modalidad “AutoStop”: a dedo. “Ya había hecho viajes de mochilero pero siempre volvía a Caseros y seguía con mi vida. El año pasado empecé a averiguar, me metí en grupos de viajeros y decidí arrancar un nuevo estilo de vida”, cuenta. Según explica, va más allá de conocer paisajes: “Quiero crecer no sólo en lo profesional sino también en lo espiritual. Conocer gente, otras culturas y formas de vida”, dice quien trabajó varios años en el portal de noticias local Noticias Tres de Febrero y también en en programas de noticias de TN, C5N y Canal 9.
“Mi estilo de viaje lleva a que tenga una perspectiva diferente de las cosas con respecto al que tiene el turista convencional. Lo que más me atrae es la atención y gratitud de la gente que conocí. Lo único que tengo son palabras de agradecimiento a quienes me ayudan”, dice. Y agrega: “Una las complicaciones que me puedo encontrar es, por ejemplo, quedarme varado en el medio del camino. Ahí armo mi carpa”.
En Ecuador, mientras hacía un voluntariado, compartió casi dos semanas con los Shuar, una comunidad antigua que sobrevivió a la invasión de los Incas y vive alejada de las grandes ciudades. “Fue una de las experiencias más fuertes. Hay sectores de esa tribu que no tienen contacto con la civilización y cuando ven a alguien que no pertenece, automáticamente sacan el arco y la flecha”, cuenta. También visitó a una comunidad amazónica, donde acampó a la orilla de un lago.
“Caseros es mi lugar estable. En el resto de los destinos soy un nómade. Tengo pensado volver a mi casa en cinco o seis meses, reencontrarme con mis amigos y el barrio que tanto recorrí antes de irme. Después partiré a otro rumbo porque el mundo es muy grande”, cuenta mientras sigue su camino en busca de nuevas historias que contar.