Un mes de mochilero en México con 300 dólares

DF, Oaxaca, Zipolite, Chiapas, Palenque, Playa del Carmen, Tulúm, Cancún

Aclaración: El relato de este viaje que realicé la década pasada fue la razón por la cual nació este sitio web ya que a la vuelta del mismo muchos conocidos que tenían planeado ir a México me pedían consejos para realizar la misma ruta así que para no andar mandando emails a cada uno que me preguntaba subí el diario de viaje a Internet (en esa época ni Facebook existía, no había una manera fácil de compartir información). La primera versión del sitio fue lanzada en 2004 con el nombre de “ExtremosMexicanos.com” y en 2006 se transformó en “Mochilero.info”. Una década después, en este año 2014, voy a volver a realizar este mismo viaje agregándole ciudades. Espero que disfruten del viejo relato que escribí por aquellos años y disculpen si no entienden algunas cosas, hay muchos “argentinismos” en el texto, hoy en día escribo con un español más neutro pero no quise modificar la narración así queda tal cual la escribí a la vuelta de ese viaje. 

DÍA 01: EMPIEZA EL VIAJE: MI YAPA DEL «1 A 1»

Buenos Aires, Argentina. Luego de las clásicas corridas por hacer todo a último momento como siempre, salí hacia el Aeropuerto de Ezeiza. Ya estaba llegando una hora más tarde de lo previsto. Me bajé del auto en el sector de salidas internacionales, el cual es la parte más nueva del mismo. Entré, Fui directo para hacer el checkin. Pregunté a los que estaban en la fila si allí se hacía el checkin de United Airlines y para mi asombro eran todos “yanquis”, yo era el único argentino. Vi a un hombre con el uniforme de United y le pregunté. Yo llevaba un bolso de mochilero color azul (que me prestaron) y una horrible mochila de cuando iba a la secundaria. Ahí empezaron las preguntas típicas: qué llevaba, si yo mismo lo guarde, para que iba a México, etcétera. Preguntas que repiten como loros a todos los que van -aunque obviamente las hacen más en inglés que en castellano-. Yo tenía que hacer escala en Miami y en Chicago para ir a México DF así que me aseguré bien que las etiquetas de mi equipaje digan DF. Dos años atrás había perdido toda mi ropa en un vuelo de United volviendo de Miami (que por sobreventa nos mandaron por Aerolíneas Argentinas y al equipaje en otro vuelo). El equipaje nunca apareció, nos dieron como recompensa $300 (en base a los kilos que llevábamos a la ida) y un voucher de 1000 dólares para usar.

En el checkin me informaron q apenas llegue a Miami un policía aeronáutico iba a estar conmigo para hacer los tramites en Inmigración y durante las ocho horas que debía esperar allá al otro avión. Los argentinos ya no podíamos permanecer sin visa en Estados Unidos, por eso no podía salir de los aeropuertos en esas escalas. También me entere que debía pagar 20 dólares por una tasa para poder salir de Ezeiza. La pagué mitad en pesos y mitad en dólares… allí por primera vez empecé a sentir lo que es cuando la billetera se empieza a achicar y también tome conciencia de que llevaba muy pero muy poco dinero para estar un mes… Me puse a esperar el vuelo… faltaba una hora y media… me puse a recorrer el aeropuerto e intenté conectarme a Internet en un cyber, pero ya ahí dentro la tarifa era en dólares: $3 pesos la hora de Internet sin fraccionamiento, cuando afuera está $0,50. Así que después de dar unas vueltas (y de que al menos una docena de personas me ofrecieran taxi y cambio -¡change! ¡change!-) me fui para la escalera mecánica y subí al primer piso… -hay un videoclip del cantante Chayanne en el que sale esa escalera- y esperé sentado al lado de uno de los enormes ventanales por donde no se ve nada… nada de nada… tantas ventanas y no se ve para afuera, yo no se por qué, al menos uno podría ver los despegues mientras tanto. Habré estado media hora sentado y ya empecé a dejar de escuchar hablar argentino: todos hablaban inglés… creo que yo era el único argentino esperando ese vuelo… No quise que me vayan a despedir… las despedidas en Ezeiza tienen una onda “Gran Hermano”… la puerta, llantos, el bolso… Hice un par de llamados por teléfono y luego fui para Migraciones. Recordaba como fueron los trámites de mi viaje a Disney, Miami y Cancún dos años atrás… ese había sido mi primer viaje al exterior. En mis recuerdos creía que esa sala era mucho más grande… di unos pasos y fui a la derecha para declarar una cámara filmadora antigua (de 1937) que llevaba para vender en México… no paso nada, era tan vieja que no hacia falta declararla jajaj, yo no sabía que solo se declaraban las cosas nuevas… Había pocos en la fila. Me revisaron el pasaporte y pasé por los rayos X… Pensé que me iban a revisar todo, pero no. Pasé el bolso, la riñonera, y el cinturón interno (el de los bolsillos impermeables para guardar los documentos y el dinero). Fue una de las muy pocas veces que me separé por unos instantes de la plata que llevaba jajaj. Luego me pasaron un detector de metales y pasó lo peor: sonó!! pero era por las monedas que me quedaban en el bolsillo. Pasé, seguí caminando… No se me dio por meterme en ningún freeshop (y ni podía entrar con la mochila, hubiera tirado todo) así que fui hacia la puerta de embarque. Un montón de estadounidenses esperando. Parado al lado de algunos de ellos me sentía un enano. No se que comen estos tipos para ser tan altos y grosos jajaj. y bueh. No me gustaba el hecho de estar solo, era el primer viaje que emprendía solo. Igual tenía muchísimas ganas de irme, sabía que podía conocer gente en el camino. En la puerta de embarque me revisaron otra vez los de United). Me sacaron el pasaporte y fui el único que viajó sin visa… Se hacía la hora de abordar al avión. Obviamente llamaron primero a los de primera clase, pero se pusieron todos mezclados en la fila y fueron subiendo todos amontonados. Pasé la manga y subí al avión. Ya me había olvidado de lo grandes que son. Apenas subí noté que las cuatro azafatas también eran yanquis. Me senté en la parte izquierda del avión, del lado de la ventana. Me puse a escuchar música pero el monitor todavía no andaba. Al rato llego un estadounidense que era pastor evangelista y se sentó al lado mío (venían como 50 en el avión, todos vestidos de traje). Hablaba bien español, pero cuando vi que sacaba algo del bolso dije ¡chau! ¡saca la Biblia y me va a predicar las 10 horas de viaje! jajajaj, pero no, me equivoqué, me mostró unas fotos de lo que estuvieron haciendo en Argentina con su Iglesia. Llegó la hora del despegue. Empezó a andar por las pistas como si fuera un auto, luego carreteó más rápido y despegó. Pensé en la gente que se va del país y no vuelve. Pensé en los que conozco y se quieren ir a Europa por la crisis… Empezó a subir y de golpe se puso de costado (esa es la peor parte). Se veían miles de lucecitas amarillas y arriba las estrellas. Imposible tratar de reconocer donde estaba, podía ser cualquier parte del Gran Buenos Aires. Subió y subió… Ya se veían los pueblos enteros unidos por rutas… Se estabilizo y las azafatas empezaron a repartir cosas y la gente ya podía caminar por el avión… al rato el yanqui que tenia al lado se fue a otro asiento así que me quede solo todo el viaje.

DÍA 02: DEL VERANO AL INVIERNO: “PRISIONERO” EN MIAMI

Y pasaron las horas haciendo zapping en el televisor que tenía en mi asiento pero más que nada miraba el mapa que mostraba por donde iba el avión y los datos de altura, temperatura, horas, etc… Comí re bien: Carne, arroz, etc. Casi no dormí, solo de a ratos. Vi muy claramente toda la isla de Jamaica y gran parte de Cuba. Al rato ya estábamos por aterrizar en Miami. Volver a Miami… Por momentos me olvidaba que no iba a poder salir al exterior. Llegamos muy temprano, antes de las seis de la mañana. Aterrizó bien, no hacía mucho calor. Como siempre se tardan otros quince minutos (o más) hasta que todos sacan sus cosas y salen del avión. Salí y me esperaba una mujer nicaragüense que me iba a acompañar todo el día en Miami hasta que salga mi otro avión a Chicago. Tenia que estar más de ocho horas en Miami. Me llevó a las corridas para hacer todos los trámites de migraciones. Fuimos a buscar mi equipaje y lo volví a despachar (no se por qué, yo suponía que se hacía automático). Luego me llevó a esperar al mismo salón donde dos años atrás estuve con mis amigos en el viaje anterior, pero con una gran diferencia: no había nadie, estaba yo solo, esta mujer, y un hombre con tono cubano que trabajaba en United. No me iban a dar ni para comer ni para tomar.. y era imposible dormir con lo alto que estaba el aire acondicionado. Leí un poco. Di un millón de vueltas. Estaba “preso”, no lo quería asumir, pero estaba como preso. Ya de día se veían por una ventana a lo lejos los edificios del centro de Miami. Estaba tan cerca y no podía salir… De las ocho horas la peor fue la última como siempre, no se me pasaba más. Cuando faltaba media hora para el despegue a Chicago la nicaragüense me llevó a hacer los trámites y luego a la puerta -gate- para esperar el abordaje. Allí ella (que casi no me había hablado en las 8 horas) me contó toda su vida en veinte minutos (y los problemas con su novio). Pasó el tiempo. me hicieron subir primero al avión. Este no tenía televisores individuales, sólo se podía escuchar música. Me tocó el asiento en la parte derecha del avión. Por suerte no se sentó nadie a mi lado. Despegó. Pude ver bien claros los edificios de la costa de Miami, divisé al Sheraton (la otra vez paramos en un hotel enfrente a ese); pero al toque se llenó todo de nubes y no vi nada más nada hasta Chicago. Fueron pocas horas de vuelo. El avión estaba colmado de yanquis con celulares futuristas que seguro en unos años llegan a mi país. Media hora antes de llegar a Chicago se empezaron a dispersar las nubes porque ya iba descendiendo. No podía creer lo que veía: ¡Nieve por todos lados! Nunca había visto tanta nieve así. Había lagos totalmente congelados y cientos de casitas iguales a las del film “Mi pobre angelito” (Alone in home) que se filmó allí. Ya llegando al aeropuerto se podían ver los rascacielos del centro de Chicago. Aterrizó. Estaba muy nublado y había mucha nieve acumulada. Salí del avión en remera y mientras pasaba por la manga no podía creer el frió que hacía, me salía vapor de la boca. ¡Después me entere que estaban haciendo 3 grados bajo cero aproximadamente! ¡Y yo en remera!. Otra vez me llevaron para hacer los trámites. Pasé por los mismos pasillos donde filmaron “Mi pobre angelito” parte 2 (la que va a Nueva York). Allí espere dos horas y tomé el tercer avión de United esta vez sí rumbo a México DF. Me hicieron subir primero al avión, pude saludar a los pilotos, me estrecharon sus manos muy amablemente. Era el mismo avión del que me había bajado dos horas antes y me toco el mismo asiento, y por tercera vez sin nadie al lado. Ya se estaba yendo lo que quedaba de Sol. Despegó y ya arriba de las nubes podía ver un atardecer increíble sobre una gruesa capa de nubes que no dejaban ver la tierra. El sol se fue, pasaron una película, comí (lo mejor: unas lasagnas y un postre de mousse de chocolate). Ya era la hora de aterrizar en México (aproximadamente eran las 10 de la noche), pero seguían las nubes. De golpe aparecieron miles de lucecitas todas dispersas y ubicadas sobre montañitas entrecortadas dispuestas como en un rompecabezas. Era el magnífico México DF y sus alrededores. Una zona muy extensa, sin edificios altos. Aterrizó. Nunca salí tan rápido de un aeropuerto. Caminé bastante para ir a buscar mi otra mochila. Apareció enseguida. Luego fui a Migraciones y le mostré mi pasaporte a un mexicano que se estaba quedando dormido jajajaj. Me lo selló y al toque salí del aeropuerto sin que me revisaran nada más. Las dos mochilas pesaban mucho. Al salir, una avalancha de taxistas se me vino encima. No les entendía nada, me tiraban tarifas altísimas para ir hasta Colonia Condesa. A mitad del aeropuerto un taxista me ofreció llevarme por 16 dólares (para mi economía, una fortuna), pero tenia un poco de miedo por la hora y encima me dijo que el subte (el metro) ya cerraba y me podía quedar a mitad de camino; así que me subí al taxi a pesar de lo caro que era. Era blanco y amarillo. El taxista tenia un aire a Chespirito, jeje. Me llevó hasta la Condesa donde pase mi primer noche en el DF en lo de un amigo de mi Universidad que se encontraba trabajando allí junto a su novia. Para mi sorpresa me encontré una cena poco mexicana: milanesas con papas fritas jajaj, y también galletas con dulce de leche y mate cocido jajaj. Fue mi última noche durmiendo en un muy cómodo colchón, pero en ese entonces no lo sabia…

DÍA 03: DE UNA JUNGLA A OTRA: EL DISTRITO FEDERAL

Me levante temprano. Mi objetivo era vender la cámara antigua que llevé para obtener un poco más de dinero. Mi amigo me acompañó hasta el metro estación Chapultepec de la línea rosa. Un viaje de ida sale $2 pesos mexicanos (0,20 centavos de dólar). Es muy barato y es lo mejor para desplazarse dentro del DF pero me recomendaron andar con los ojos bien abiertos, igual que en Baires. Lo más raro del metro: se frena cuando quiere, de golpe, así que había que agarrarse bien. Yo igual ya lo sabia porque lo había leído en la revista Marcopolo, se supone que frena cuando hay algún temblor aunque sea mínimo. Primero fui a la terminal de micros (autobuses) llamada TAPO (Transportes de Oriente) a comprar mi pasaje hacia Oaxaca para salir a la noche. De ahí me recomendaron ir a otra empresa que me iba a salir un poco más barata: “Fletes y Pasajes”. Tenia que ir desde Tapo hasta la parada del metro en Boulevard Puerto Aéreo (3 estaciones mas) y de ahí caminar algunas cuadras. Eran autobuses de segunda clase. El pasaje me salio 26 dólares para ir hasta Oaxaca y salía desde allí a las 11 de la noche. Después de comprarlo fui directo al ZÓCALO para recorrer un poco la zona y ver si podía vender lo que traje.

Fui en metro por la línea rosa hasta la estación Pino Suárez e hice combinación hasta el Zócalo. Salí y me encontré con una plaza enorme, toda de piedra y sin árboles con una bandera mexicana inmensa y los edificios antiguos que había visto en tantas fotos. Ya casi era el mediodía y estaba repleto de turistas y de locales. Empecé a recorrer casas de antigüedades, pero a cada una que iba me mandaban a otra. Estaba lleno de locales de compra y venta de oro y joyas. Era difícil encontrar un kiosco o un cybercafé. Me metí en uno porque debía mandar un email avisando que llegué bien. Salía un dólar y medio cada 15 minutos ($4,50 argentinos). Me metí en el Messenger de Hotmail, encontré a un amigo y le pedí que llamara a mi casa para avisar que estaba bien. Era raro, era la primera vez que chateaba por el MSN estando tan lejos. Revisé los emails y antes de que se cumplieran los 15 minutos me levante, pagué y me fui. Nunca había pagado tanto por usar Internet tan poco tiempo. De ahí seguí yendo a casas de antigüedades. En una me mandaron a otra que quedaba un poco lejos y me recomendaron ir en colectivo (“pesero” le llaman ellos). El pesero era muy chiquito, sólo con 10 asientos, pero con la apariencia de los colectivos de Buenos Aires de los ’80. Salía $25 (U$S 0,25) y me llevó hasta la avenida Insurgentes. Allí tampoco me pareció bien lo que me ofrecieron así que decidí volver a la casa de mi amigo. Dejé la cámara y el proyector en la vidriera de un conocido de él que tiene una casa de antigüedades en Colonia Condesa, cerca de su casa. Ya faltaban pocas horas para seguir con mi viaje hacia el sur de México. Acompañe a mi amigo y a la novia a un supermercado. Al principio cuesta adaptarse a los cartelitos con los precios: para poder traducir los precios tenía que “agregarle un cero” a todo. Pero lo que no quería era multiplicarlo por 3,40 (lo que cotizaba el dólar en ese momento). Me despedí de ellos y tomé el metro para volver a la terminal de la empresa Fletes y pasajes. Estuve casi una hora en la sala de espera junto a muchos mexicanos que se notaba que eran de clase baja. Todos vestidos con ropa colorida, eso me gustaba. Algo que me sorprendió en esta sala de espera y en otras partes de México: mucha gente grande, de mas de 80 y 90 años gozando de buena salud y caminando entre la gente, y muchos trabajando y vendiendo cosas en la calle. Calle, ahora que escribí “calle” me acordé. Cuando pregunten por una dirección nunca pronuncien “cashe” como hacemos los argentinos, sino que deben decir “caie” con i, porque si no nunca lo entienden a uno; y eso me pasó muchas veces en este viaje. Los argentinos hablamos un español muy particular jajaja. Mi primera impresión de los micros o autobuses mexicanos no fue muy buena: tenía vidrios rotos y muy despintado en el exterior pero no me importaba con tal de ahorrar un poco, al fin y al cabo iba de mochilero. Como pesaba la mochila: la mitad era comida y bebida para subsistir sin tener que gastar. Igual le había dejado varias cosas a mi amigo en el DF, cosas que iría a buscar luego, en 3 semanas, cuando volviera. Un poco atrasado, pero por fin partió mi autobús hacia Oaxaca.

DÍA 04: CURVAS Y CONTRACURVAS HACIA EL PACÍFICO

El chofer no paraba de hablar con el que estaba en el primer asiento. Lo peor: el tipo que tenía al lado dormía y roncaba a todo volumen. No me importaba demasiado. Se dejaron de ver los pocos edificios altos que hay en el DF y salimos de la ciudad. No se veía muy bien por la noche, y por lo oscuro de los vidrios del micro, pero se divisaban montanas muy altas en el camino. Luego se hizo llano, con algunas lomas. Aproveché y dormí bastante. Luego de varias horas llegamos a Oaxaca muy temprano. Aun no había amanecido. Hacia mucho frío y decidí quedarme en la terminal hasta que saliera el sol. la terminal era semicircular y mayormente pintada de azul. Para mi sorpresa cobraban 0,20 centavos de dólar por ingresar al baño (esto fue así en todo México). Cuando salio el sol salí. El paisaje era muy hermoso: había montañas altas que rodeaban la ciudad. Pasé por un mercado callejero en el que vendían de todo: había muchos vegetales y frutas, muchos desconocidos para mi. También muchos vendedores de cd’s “truchos” (ilegales) como en el barrio de Once en Buenos Aires. Fui caminando hacia el zócalo. Las callecitas coloniales se parecían mucho a las de Salta o Jujuy en Argentina. En el camino pasé por una Iglesia enorme, con una gran entrada y pintada de blanco. Seguí caminando, las casitas estaban pintadas de intensos y variados colores. Ahí fue donde me arrepentí de no haber podido llevar cámara de fotos (no tenía digital y la de rollo era muy grandota). Llegué al zócalo. Tenia una Catedral enorme y los edificios gubernamentales en los costados, todos con arcadas tipo como hay en la ciudad de Lujan o el Cabildo. Empezó a hacer calor hacia el mediodía. No había muchos turistas como en el DF. Me quedé escuchando a un mariachi cantándole a una pareja mayor que estaban desayunando en la puerta de un hotel. Luego llegó la hora de irse, así que volví a la terminal de ómnibus. Me quedé con ganas de quedarme… Compré un pasaje sospechosamente barato de U$S 7,50 hacia Pochutla, para luego ir a Zipolite, en el océano Pacifico. Y sí, era otro micro de segunda clase (o tercera), peor que el anterior. La gente que subía era muy pobre y todos cargados con bolsas de mercaderías, cereales, maíz, etc. Hasta una gallina. Me senté en el primer asiento de la izquierda, detrás del chofer. El vidrio verde estaba rajado y no se veía muy bien para afuera. Empezó a marchar muy lentamente y a cada rato iba parando en pueblitos y la gente subía y bajaba. Noté que a los más pobres no les cobraba. El chofer y una chica a su lado, que supongo que era la novia, no pararon nunca de escuchar a todo volumen rancheras mexicanas. Algunas eran muy graciosas.

Empezaron las montañas. Fueron nueve horas así: curvas y contracurvas en la cima de montanas altísimas. Esta parte fue la que más miedo tuve en el viaje. Al principio era todo muy lindo, el paisaje era espectacular, pero las curvas nunca pararon, nunca hubo ni un poco de camino recto y eso me mató, mareaba. Intentar dormir era imposible con la música a todo volumen. Encima paraba a cada rato y el chofer bajaba a comer, a saludar amigos, a comprarse cosas. Decidí nunca mas quejarme de los micros argentinos jajaj. Cosas peligrosas: en una parte faltaba todo un carril que se desprendió y cayo al precipicio y no había señalizaciones; y otra: un incendio forestal gigante que no dejaba ver nada: pasamos muy cerca y ni se podía respirar. Fue horrible. Recién al atardecer empezamos a estar cerca de Pochutla, pero parecía que nunca íbamos a llegar, las curvas recién terminaron llegando al pueblo. Llegamos y anochecía. Salí de la terminal de micros y traté de buscar el famoso pesero que me iba a salir un dólar para ir a Zipolite (a pocos kilómetros de ahí). Al principio me intentaron llevar muchos taxistas, pero el precio era altísimo: 10 dólares. Esperé al pesero pero no aparecía. Luego una camioneta con la parte de atrás cubierta con una lona paró y me preguntó si iba a Zipolite, le dije que si y subí. Resulta ahí entendí que el pesero no era un micro sino que era esta camioneta que me llevaba junto a otros turistas y lugareños. Me dejó en una punta de Zipolite. Era de noche y no se veía nada. Caminé un poco y entré a un cybercafé donde pregunté dónde quedaba el hostel “Lo Cósmico” o “Las Rocas”. Me dijeron que vaya caminando derecho, que los iba a encontrar. No se veía nada, nada de nada. Empecé a caminar, sentía que estaba muy cerca del mar, pero no lo divisaba. De golpe un hombre se me acercó y resultó ser el dueño de un hostel llamado “Posada Kiko” y me ofreció hamaca por 3 dólares por día. Le pagué 20 dólares y me dijo que luego me daba el cambio. Luego me iba a arrepentir de haberme quedado en ese lugar y no haber ido al que tenía pensado de antes. No había casi nadie: solo unos yanquis en una cabaña y una carpa con un mexicano más chico que yo. Me acerqué a la orilla del mar por primera vez. al principio da miedo ver toda esa inmensidad oscura. Era la primera vez que iba a tocar agua del Océano Pacífico. No estaba tan frío como pensaba.

DÍAS 05, 06 Y 07: ZIPOLITE: EL LUGAR PERFECTO PARA HACER NADA…

Lo más impresionante de la noche en Zipolite son la enorme cantidad de estrellas que se pueden ver, nunca vi tantas en toda mi vida. Me quedé horas mirándolas. Estuve tres noches en Zipolite. Las dos primeras todo bien porque el chico mexicano me permitió dormir en su carpa y no me atacaron tanto los mosquitos (en la hamaca eran inaguantables), pero la última noche tuve que dormir en la hamaca porque se había ido y los mosquitos dejaron como a un colador jajajaj. Si van para allá lleven muuucho repelente de mosquitos (En Argentina OFF) pero muuucho, yo sé lo que les digo. El Tigre es nada comparado con este lugar. En Zipolite los hostels y posadas están sobre la línea de la playa a muy poquitos metros del mar. Me impresiono mucho el nudismo, la gente lo hacía con naturalidad. Yo vestido y con anteojos de Sol no me sentía muy cómodo allí, pero mirar era inevitable jajajaj, nunca había estado en un lugar así. Igual no había mucha gente, parece que iba a venir mucha mas gente para la primavera el 21 de marzo. De los que estaban la mayoría eran de Europa y Estados Unidos, casi no había mexicanos. Tampoco había argentinos. Me comentaron que en otras épocas estaba lleno. Las playas de Zipolite son anchas, con hospedajes en forma de cabañas de madera con muchas hamacas. El mar es azul oscuro con grandes olas, ideal para los surfistas. Es muy peligroso para los que no saben nadar y apenas uno se mete se hace profundo. El hostel más recomendado se llama “Lo Cósmico” y esta al final de las playas, hacia el norte, sobre unas lomas de piedra. Hay una playa hacia el sur llamada “Love beach” o “Playa del amor”, que es una pequeña playa escondida entre grandes rocas que empezó a hacerse famosa en los ’60, en la época dorada hippie. Para llegar hay que subir una escalera de piedras en una colina en la parte sur de Zipolite. Es la máas elegida por tener “mas privacidad”. Para comer las mismas posadas tienen puestos y restaurantes que abren al mediodía y ofrecen las comidas típicas mexicanas. Como ya se sabe, para los que no estamos acostumbrados, hay que tener cuidado con los picantes. Lo mismo va con los pescados y con el agua. Para hacer compras hay que ir a la calle principal la cual tiene varios locales chiquitos. Hay tiendas, almacenes y dos locales de Internet (U$S 1,50 la hora). Las computadoras son bastante lentas y no hay muchas por lo que a veces hay que esperar bastante para acceder a ellas.

Al segundo día que estuve llego un mochilero alemán, de unos 33 años, proveniente de Munich. Había estado recorriendo varios países de Centroamérica. Hablaba bastante bien castellano. También llegaron dos mochileros de Eslovenia (ex Yugoslavia) que fue con los primeros con que empecé a hablar inglés. Hablaban ingles tan mal como yo jajaj. A pesar de que se hacía difícil, mas o menos se podía mantener un dialogo normal. Algo inolvidable: el atardecer en Zipolite, el Sol ocultándose en el horizonte del Pacifico, casi chocando con las rocas del final de la playa al norte, convirtiendo a las olas en doradas. Pero lamentablemente después de que se va el sol aparecen los mosquitos. A la noche se forman grupitos que suelen hacer fogones en la playa. Estar en Zipolite me hizo acordar mucho al programa “Expedición Robinson” (Survivors). Todo es muy super natural. A la noche hay muy poca luz. Los baños también son muy básicos y sólo tienen duchas de agua fría. Lo más raro fue no poder verme ver la cara durante tres días, había un solo espejito y estaba roto por lo que no me podía ver jajaj. Estos casi cuatro días en Zipolite no comí mucho, me comí casi todo lo que me había traído de Buenos Aires, algunos alfajores de dulce de leche, galletitas, etc. Compraba agua mineral o gaseosas, y obviamente cervezas mexicanas que estaban realmente baratas y son riquísimas. También fui a comer un par de veces con la gente del hostel a paradores de la zona. Terminó el fin de semana y casi no quedaba gente en Zipolite. Decidí seguir viaje hacia el sur. El dueño del hostel Kiko no me quiso devolver la plata que pagué por los tres días que faltaban (9 dólares). Según él, “en México no se acostumbra devolver”… y en realidad cuando llegué le di dinero de más, 20 dólares, y me dijo que no tenía cambio. Me fui compartiendo un taxi con otros mochileros hasta Pochutla (que como éramos varios nos salió lo mismo que un pesero). Allí tomé un micro de la empresa “Cristóbal Colón” que me iba a llevar hasta San Cristóbal de las Casas en el estado de Chiapas. Me acompañaron los dos chicos de Yugoslavia y el mexicano de la carpa de los primeros días (que se había ido a Mazunte, pero volvió). Los tres también iban hacia el sur de México. El bus salió a las 19:45 hs, era de primera clase, tenía una TV chiquita donde pasaron una película. El viaje iba a durar medio día así que aproveché y dormí.

DÍA 08: CHIAPAS: EL ESTADO REBELDE DE MÉXICO

Llegamos como a las 8 de la mañana a San Cristóbal de las Casas, la ciudad más mítica -y turística- del estado de Chiapas. En las selvas de este estado se “esconde” el líder de la rebelión aborigen, el Subcomandante Marcos. Lo único “moderno” que vi fue la estación de autobuses porque todo lo demás era como viajar al pasado, dos o tres siglos atrás, todas las casas están igual que entonces. Como en todo México, aquí también esta repleto de Iglesias por todos lados. Apenas salimos de la estación decenas de chicos se nos vinieron encima tratando de vendernos artesanías del lugar, a tal punto de que se las ponen a uno sobre los ojos jajajaj. Es difícil tratar de zafarse de ellos sin comprarles, igualmente venden cosas muy baratas (pero para nosotros los argentinos siguen siendo muy caras). Lo primero que uno hace al llegar a un pueblo es dirigirse al zócalo (plaza principal), y eso fue lo que hice. Si no fuera por los autos y los cybercafé uno juraría que esta en el año 1800. El sol pega fuerte a la mañana así que enseguida hizo mucho calor. Luego de pasear un rato por el colorido y concurrido zócalo fuimos a desayunar a un bar. Yo pensaba seguir derecho hacia Palenque pero el mexicano me recomendó pasar antes por Agua Azul. Averiguamos cómo ir y lo más conveniente era a través de los peseros.

En los peseros siempre hay que regatear precio porque como siempre a los turistas nos pasan más. Primero tuvimos que tomar un colectivo local hasta las afueras de la ciudad. Luego una camioneta nos llevó gratis y nos ahorramos unas cuantas cuadras hasta llegar al lugar de donde salían los peseros hacia la ruta a Palenque. Allí tomamos el primer pesero (otra camioneta chica en donde uno se sienta en la parte de atrás y hay que agarrarse de donde se pueda). El viaje fue larguísimo, muchas horas y mucho calor. Llegamos a un pueblo llamado Ocosingo donde tuvimos que bajarnos y tomar otra camioneta. Esta, luego de muchas horas de ir entre las montanas, nos dejó en la intersección de la ruta a Palenque con la ruta a Agua Azul. Allí buscamos y tomamos la tercer camioneta hasta la entrada al parque, 40 kilómetros más. Pagamos solo un dólar para poder entrar. El parque era enorme, con cascadas de agua azul-verdosas por todos lados. Tuvimos que subir cientos de escalones de madera y piedra (las cascadas bajaban de una gran montaña). El lugar me recordaba a unas cascadas que hay en Bariloche, pero esta vez en el medio de la selva.

Pasamos ahí unas tres horas. Luego volvimos a tomar el pesero hasta la intersección; y ahí tomamos otro hacia Palenque. Tardó unas tres horas. Nos dejó en la terminal de ómnibus de ADO donde tuvimos que tomar otro camión hasta el hostel camping “El Panchán” en la ruta camino a las ruinas. Llegamos. Se estaba haciendo de noche. Este camping es muy grande y fácil para perderse dentro de él, hay como muchos “sub-campings” dentro de El Panchán. Mi compañero armó la carpa en un lugar que nos indicaron. Ya de noche empecé a ver sapos y otros bichos caminando por entre las carpas jajaj. Estábamos en el medio de la selva. Se escuchaba a lo lejos ruidos de aves y otros animales que me costaba reconocer, incluso monos creo. Por suerte no vi ninguna serpiente. Alrededor habría unas cinco carpas más y casi una decena de cabañas básicas sin luz artificial. Estábamos muy cansados así que nos dormimos temprano.

DÍA 09: LA PAZ DE LA SELVA MAYA: LAS RUINAS DE PALENQUE

Al otro día muy temprano me levanté y fui hacia las ruinas de Palenque en un pesero junto a otros turistas. Llegué y la entrada al lugar me hizo acordar a “Mundo Marino” o algo así. Estaban llegando muchos buses repletos de turistas yanquis y europeos. La entrada a las ruinas salía U$S 3,70. Como yo ya había dejado el camping tuve que ir a las ruinas con la mochila grande también. Entré a las ruinas junto a todos los demás. Por la cantidad de árboles no se podía ver nada a lo lejos. Apenas uno entra ya se va encontrando con esos “escalones” gigantes mayas. Unos metros después me encontré con una de las primeras pirámides. Seguí caminando y ahí vi más pirámides de diferentes tamaños. La más grande -y la más conocida- de Palenque tendría unos cuatro o cinco pisos de altura. En cada pirámide o monumento decía de que año era y qué era lo que se hacía ahí. Costaba mucho subirlas con la mochila y el calor que hacía. Yo seguía a los turistas que estaban con un guía que les iba explicando, pero en inglés o francés solamente. En la cima de las dos pirámides más altas habré estado más de una hora en cada una. Lo más difícil es bajarlas, mas con tanto peso encima, los escalones son muy altos. Almorcé un sandwich arriba del templo más alto. Las pirámides no fueron hechas desde la base sino que fueron moldeadas sobre colinas pre-existentes. También se nota que algunas fueron arregladas en la actualidad. Palenque es un lugar con mucha pero mucha paz. Uno puede estar horas sobre esas pirámides admirando el paisaje.

Luego, a eso de las dos de la tarde, me dirigí hacia el Museo de las ruinas (la entrada estaba incluida con la del complejo). Para eso seguí un larguísimo sendero peatonal atravesando unas cascadas y algunas ruinas pequeñas, que me llevo hasta la ruta. Dicen que por esta salida también se puede entrar gratis unas horas antes que abran el complejo, pero de día esta vigilada. Salí, crucé la ruta y fui hacia el museo. Tuve que dejar en la entrada la mochila. Lo recorrí bastante rápido. Estaba lleno de objetos chicos pertenecientes a los mayas.

Di por terminado mi día en las ruinas y me dirigí en un pesero hasta el centro del pueblo de Palenque (a media hora de las ruinas). Fui a la terminal de autobuses donde había comprado mi pasaje para ir a Playa del Carmen. Como tenía tiempo me fui a un bar a unas cuadras para meterme en Internet. Me salio un dólar y medio por una hora. Luego compré algunas cosas para comer y mucha agua; iba a ser un largo viaje de unas quince horas hasta el Océano Atlántico. Me quedaba todavía una hora y media y fui a esperar a la sala de espera en la pequeña terminal de micros de la empresa Tuxtla Gutiérrez (de primera clase), cerca de ADO. Era el único que estaba esperando el bus que salía a las siete. A los pocos minutos llego un mochilero de unos 30 años que era de Republica Checa y hablaba un poco de español. Dio la casualidad que también iba a Playa del Carmen y se ofreció en compartir la carpa, de forma que me iba a ahorrar unos pesos allá. Llegó el micro y subimos. El chofer manejaba muy lento. Por suerte no tenía a nadie en el asiento de al lado así que viaje bastante cómodo.

DÍA 10: MI REENCUENTRO CON EL MAR AZUL: PLAYA DEL CARMEN

Me desperté un par de veces en el viaje. Dos lugares muy lindos por donde pasamos: una ciudad al lado de un lago o una bahía muy lindas pero que nunca me entere dónde era, y mucho más tarde, casi al amanecer, por la ciudad de Mérida, con el zócalo muy bien iluminado tal cual lo había visto en las fotos de Marcopolo. Antes de esto pasó algo raro: una pareja se acerco al chofer quejándose casi a los gritos (despertando a todos) de que no se había parado a cenar. Me di cuenta que eran argentinos; y les habían metido el verso de que en el viaje daban de cenar como en Argentina. El chofer bastante irónico les dijo que no era así, que si querían paraban un rato en algún lado pero que ellos debían pagárselo. Y bueh… Lo mas raro del viaje fue que dos horas antes de llegar el chofer se bajó en un puestito y se puso a comer lo mas pancho. Estuvo ahí más de cuarenta minutos y todos nosotros arriba mirándolo y esperándolo. Escuchaba a la pareja de argentinos quejarse jajajaj. Decidí seguir durmiendo, total, no podía hacer nada. Luego de eso seguimos viaje. Pasamos muy cerca de Chichen Itzá y luego fuimos derecho hacia Cancún. Al llegar a Cancún se dirigió a la terminal de ómnibus en el centro del pueblo de Cancún Downtown. Me parecía increíble estar otra vez allí después de dos años. Allí se bajó la pareja de argentinos que venían en luna de miel e iban hacia Isla Mujeres. Escuché que hablaban de la crisis en Argentina. Luego de unos quince minutos siguió por la ruta hacia Playa del Carmen, pasando por atrás de la laguna Nichupté a través de la cual se veían a lo lejos los gigantes hoteles de la zona hotelera de Cancún. Una hora más tarde llegamos a la terminal de ómnibus de Playa del Carmen.

Playa es un pequeño pueblo con una muy concurrida peatonal. El lugar me hizo acordar un poco a San Bernardo en la costa de Argentina. Con Jaromir (el checo) fuimos a un camping llamado “Albergue Villa Deportiva Juvenil”. Era muy barato, nos salía dos dólares a cada uno, pero no estaba en las condiciones ideales y parecía inseguro. Decidimos quedarnos solo una noche y seguir hacia el sur, hacia Tulúm. Luego fuimos hacia la costa, a una cuadra de la peatonal. No podía creer lo que veía, otra vez yo enfrente del mar azul turquesa del Caribe. Increíble. Me metí en el mar, estuve horas allí. Estaba calmo. No había nudismo como en Zipolite, pero había unas cuantas mujeres europeas en topless :P. Luego fuimos a recorrer el pueblo. Como había estado matándome de hambre por más de una semana decidí empezar a darme más gustos: me compre medio kilo de helado, Coca Cola, galletitas, etc. Por cierto, nunca digan “galletitas” en México porque se les ríen en la cara. Allá son galletas (“gaietas”). También fui a Internet, pero como otras tantas veces, no andaba Hotmail. Después de tanto mar en un solo día me fui a dormir temprano.

DÍAS 11 Y 12: EL VERDADERO CARIBE ESTA EN TULÚM

Al otro día muy temprano decidimos salir hacia Tulúm. Mi compañero de ruta fue de compras a un súper llamado Chedraui donde le cobraron re caro todo. Probamos de hacer dedo para ir a Tulúm. Estuvimos una hora parados en la ruta y no paso nada. Al final fuimos en un micro de la empresa “MayaB” que salía U$S 2,40 y tardaba una hora. Nos dejó donde empieza la ruta camino a las ruinas de Tulúm. Allí caminamos unos veinte minutos, pasando por la entrada a esas ruinas.

Ticket del autobús de MayaB desde Playa del Carmen a Tulúm.
Mapa Tulúm.

Caminamos un poco mas y llegamos a la entrada al primer hostel sobre la playa llamado “Cabañas El Mirador”. Nos salía solo U$S 2,50 por día acampar allí. El lugar era absolutamente increíble, totalmente natural y agreste, lleno de palmeras con cocos y una playa muy extensa. Había solo una carpa más con tres yanquis: dos hombres y una mujer que habían venido en auto desde New York. Este lugar era idéntico a los de “Expedición Robinson” o a los de las películas como “Náufrago”. Pensaba estar varios días allí. Había muchas iguanas y cangrejos blancos por todos lados. Hasta en el baño era normal ducharse mientras una iguana vigilaba en lo alto. (los baños no tenían techo, solo en lo bien alto había un techo de paja que cubría todo, y por eso las iguanas corrían libres por las paredes). A la tarde fui al pueblo de Tulúm que estaba a una hora caminando. Pregunté como ir al pueblo y un mexicano me dijo que “siga siempre derecho”. Así hice y caminé, caminé y caminé. Cuando ya hizo más de una hora y media de caminar y los hostels y campings nunca se terminaban, y encima ya casi no había gente, me encontré a una mujer y le pregunté. Me dijo que me había equivocado, que no era para ese lado. Me quise matar. Siempre conviene preguntar a varias personas la misma pregunta para estar seguro… Como se hizo de noche y tenía los pies reventados preferí dejar lo de ir al pueblo para otro día. Fui a Internet en un hostel: me salió U$S 1,50 solo por media hora (En el hostel Copal. Resulta que para ir al pueblo debía haber doblado en una ruta que se abría a la derecha y que iba en dirección contraria al pueblo, pero que luego volvía a doblar a la izquierda. En el mapa no estaba así, por eso no la encontraba. Volví caminando solo por la ruta durante una hora en la oscuridad total, sólo iluminaba el camino la Luna llena (con arbustos en los costados de mas de tres metros que no dejaban ver el mar ni nada). Pasaba un auto de vez en cuando. Llegué, cené y me dormí enseguida. Fue hermoso irse a dormir otra vez escuchando el sonido del mar como en Zipolite. Al otro día estuve un montón de horas dentro del mar calmo de Tulúm. Desde ahí se podía ver a lo lejos la fachada de las ruinas mayas. Luego del mediodía los yanquis se ofrecieron en llevarnos hasta el pueblo en su auto. Tenía mucha hambre y como no tenía ganas de volver al pueblo caminando compre comida para varios días. Me gasté 10 dólares pero compré muchas cosas: más de medio kilo de jamón y queso, dos kilos de pan, galletitas dulces, galletitas saladas, 3 litros de agua, helado, frutas, etc. Encima fui a Internet media hora. Gasté mucho en Internet pero me ayudaba a seguir consiguiendo información de los lugares donde iba a estar. Comí como nunca, en diez minutos me bajé casi todos los sándwiches de jamón y queso jajajaj. Luego volvimos a la playa. El checo no paraba de comerse los cocos de las palmeras, uno tras otro :D. No había nada que hacer, a veces cansaba no hacer nada. Es raro estar en un lugar con tanta paz y tan hermoso. Es totalmente diferente a Cancún, esto era Caribe en serio.

Playa de Tulúm.

Al otro día, Domingo, quisimos ir a las ruinas mayas. Supuestamente la entrada era gratis los Domingos. Caminamos hasta allá, pero no fue así: había que pagar 4 dólares para entrar. Mientras regresábamos al camping se largó una tormenta fuertísima. Una típica tormenta caribeña. Me empapé corriendo durante veinte minutos debajo de ese diluvio. Llegamos. Todos estaban refugiados debajo del techo de paja del bar del camping. La carpa casi se había volado. Cuando paró un poquito decidí guardarme todas las cosas e irme porque la tormenta pintaba para varios días y no daba quedarse así. Me despedí del checo y bajo una llovizna constante me fui para la ruta, hacia la parada del bus de “MayaB” que pasa cada una hora y va para Cancún. Cuando llegué no espere mucho, vino a los diez minutos. Me salio U$S 4,80 hasta Cancún y el viaje duró dos horas.

CANCÚN, EL “MIAMI MEXICANO”

Llegué al centro de Cancún. Busqué un locutorio para poder hablar, pero esa palabra no existe allá: se llaman “casetas telefónicas”. Llamé a la amiga de un conocido que vivía ahí en Cancún. Se llamaba Karina, tenía unos 33 años, y era profesora. La ubiqué y me ofreció alojamiento por unos días en su casa. Me vino a buscar en una 4×4. El barrio donde vivía se parecía al de Marty en “Volver al futuro” parte 2 (cuando va al 2015). Tenía una habitación con cama doble para mi solo, con baño incluido. Me llevó a comer tacos (riquísimos) com cerveza (Sol, Corona). También dentro del shopping Plaza Las Américas fuimos al cine, vimos “The Hours” con Nicole Kidman. El cine no tenía butacas, eran sillones enormes, no lo podía creer. En Argentina los cines no son así aún. Luego me llevó a dar una vuelta por la zona hotelera. Estaba todo más o menos igual que hace dos años: el Walmart, el Hotel “Dos Playas” -donde nos habíamos alojado aquella vez-, la laguna Nichupté, las tiendas Oxxo, Dady’o, Coco Bongo, etc. Fuimos al shopping “La Isla” ubicado casi en el medio de la zona hotelera. Allí había una disco a la que habíamos ido en el anterior viaje, se llamaba “Maaxo,” pero ahí me entere que estaba cerrada y que la reabrirían en 2004. Fuimos a tomar un café enfrente de unas aguas danzantes con música y luces de colores.

Yo en Playa Tortugas, Cancún.
Yo en Playa Tortugas, Cancún.

Yo en Playa Tortugas, Cancún (saqué algunas fotos con una cámara descartable que compré en el Walmart por U$S 6)

Fue increíble pasar de la naturaleza total de Tulúm a este “Miami mexicano” civilizado. Al otro día muy temprano fui caminando desde el centro hasta la zona hotelera (unos 12 kilómetros). Pasé por todos los lugares donde había ido en 2001 y todo parecía igual que en aquel entonces, pero con algunos cambios. Pensé que me iba a cruzar a algún argentino, pero no, ni uno. Los colectivos locales (también llamados peseros) salían U$S 0,70 y tardan veinte minutos entre la zona hotelera y el Downtown. Esa noche me tomé una cerveza en la misma playa donde íbamos con mis amigos. La noche estrellada, la luna casi llena, de lejos las lucecitas de Isla mujeres, el embarcadero con los catamaranes que cruzan hacia la isla… Antes todo eso estaba lleno de argentinos, repleto. Ahora eran yanquis, y más yanquis. Al principio cuesta ubicarse en el Downtown, las calles se parecen, las cuadras tienen esquinas redondeadas, muchas diagonales, etc. no están numeradas las calles. Luego de estar dos noches en lo de Karina le llegaron parientes desde el DF y me tuve que ir de ahí (era fin de semana largo en México). Así que fui al “hostel México”, de Hostelling International, que me salía U$S 40 por 5 noches con desayuno incluido. Fue un gran acierto haber ido allí. El hostel estaba lleno de mochileros. Todos hablaban inglés así que me sirvió para practicar el idioma. Sólo hablaba español con la señora que atendía el hostel o con los dueños de tiendas. Me tocó la habitación del segundo piso, al lado de la cocina. Lo mejor fue reencontrarme con las duchas de agua caliente jajaaj. Desde el DF que no me podía duchar con agua caliente. También se podía usar la cocina, la heladera, el freezer, etc. Encima tenia uso ilimitado de Internet entre las 10 y las 22 hs. La gente era muy copada. Había un holandés, un alemán, un francés, un par de Canadá, yanquis, etc. Salimos con la gente del hostel varias veces, íbamos a la playa a la mañana, comíamos hot dogs en el minimercado Oxxo (2 panchos con gaseosa por dos dólares. Dos años atrás estaban 1,60). También fuimos a tomar cervezas y unos tragos al bar “Fat Tuesday” de Playa Tortugas. El anteúltimo día descubrí una cámara descartable bastante barata (U$S 6), la compré y así al menos pude sacar algunas fotitos. Mientras estaba en Cancún empezó otra vez la guerra en el Golfo Pérsico. Todos los turistas paraban a ver la CNN en vivo en todos los televisores de los shoppings. Era raro estar ahí en esos momentos, igual ya se veía venir… Encima a la vuelta debía pasar por Washington en la escala de United. Fui a comprar mi pasaje de vuelta a la capital de México a la terminal de buses ADO. Me salió U$S 75,60. El viaje iba a durar 24 horas, con muchas paradas intermedias. El bus era de primera clase. Había otro más caro, pero la única diferencia era que daban gaseosas para tomar. Compré ese pasaje y un montón de cosas para comer y tomar en el Walmart. Mi último día en Cancún me levanté temprano y fui a la zona hotelera a sacar varias fotos y a hacer la última recorrida. En el Hard Rock Café vi a un argentino, lo reconocí porque tenía tatuada la bandera en su brazo. Más tarde fui a Playa Tortugas y allí fue donde me despedí del mar turquesa. Me preguntaba si algún día en el futuro lo volvería a ver en vivo y en directo. Se me pasó el tiempo volando y faltaban solo veinte minutos para que salga mi micro. Tomé un pesero que iba hacia el centro, pero tenia mal el cartel y me llevo al Walmart (para el otro lado) y tuve que caminar diez cuadras corriendo hasta el hostel para ir a buscar mis cosas. Llegué justo justo.

Ticket del autobús de ADO desde Cancún a Ciudad de México.
Cancún: Diferencias entre 2001 y 2003.
Hostel México en Cancún Downtown.

El bus tardó en salir. Iban menos de diez personas, así que me fui a los últimos asientos y me quede allí y viaje bien cómodo. Atardecía. Vi las últimas imágenes de la zona hotelera y la laguna Nichupté. Pasamos por Playa del Carmen. Comí y dormí un montón. Hizo varias paradas en pueblitos que ni el nombre supe (cada parada eran no menos de 20 minutos). Al otro día hizo una parada larga, de una hora, en Villa Hermosa. Muchísimas horas después paso por Puebla y por al lado de un volcán gigante llamado Popocatepetl de más de 5000 metros de altura. Esta es una ciudad a la que sin dudas visitaré la próxima vez. Luego hacia el atardecer íbamos llegando al DF. El viaje fue tan largo como ir de Buenos Aires a Bariloche, con la diferencia que en este se hicieron muchas paradas por lo cual fue más largo en tiempo. Llegamos a TAPO. Nunca había visto tantos micros juntos, eran cientos. Es muy particular la construcción de la terminal, toda redonda. Había dado la vuelta a México en 26 días y 300 dólares.

Tome el metro en la línea rosa con rumbo a Chapultepec. No podía creer que estaba ahí de nuevo. Me quedaban solo 10 dólares. Fui al “hostel Home”, en Colonia Condesa, en la calle Tabasco. Me cobraron 10 dólares, por lo que solo me quedaban algunas monedas. Mucha adrenalina genera quedarse sin nada. El hostel no me gustó, si ahora podría elegir iría al hostel Moneda en el zócalo, que salía lo mismo, pero estaba bien en el centro. Me dieron una cama sin sábanas ni almohada y la única ducha era fría. Más tarde me encontré con Michelle, una amiga, y su hermana. Fuimos a tomar café en el Samborns cercano a la estación de metro “Barranca del muerto”, al sur de la ciudad. Me tuve que volver temprano al hostel porque a la medianoche cerraba la puerta, y después no se podía entrar. Nunca antes había escuchado de un hostel que cerrara.

Ticket de compra de pesos mexicanos en Banamex.

DÍAS 25 Y 26: LA VUELTA AL 3 A 1

Me quede dormido, por lo que me duché y salí corriendo al aeropuerto en el metro. Quería dar una última vuelta por el zócalo, pero ya no llegaba. El viaje en metro hasta el aeropuerto fue largo y tuve que hacer una combinación a la línea amarilla, hasta el aeropuerto. Ahora si que pesaba todo lo que llevaba. El aeropuerto es larguísimo y me costó encontrar la parte de salidas internacionales. Luego de mucho caminar encontré los mostradores de United Airlines. Allí hice los trámite y corrí a Migraciones donde lo único que les llamó la atención era una botella que me traía con agua de mar de Cancún :D, pero igual me dejaron pasarla. De ahí me recomendaron ir corriendo hacia la puerta (“gate”) por donde salía mi avión. Corrí y corrí, la situación me hizo acordar otra vez a la película “Mi pobre angelito” cuando corrían en el aeropuerto. Llegué, pero igual faltaban unos minutos. Hice mi última compra: un dólar en monedas por unos M&M jajaj. Otra vez “preso”, ya sin mi pasaporte, subí al avión. Al rato despegó.

México DF desde el avión de United Airlines.

El avión era igual al que había llegado a México, sin monitores individuales. Sirvieron un pequeño almuerzo. Pude ver bastante claramente el golfo de México hasta llegar a la costa sur de Estados Unidos. Luego fueron puras nubes hasta llegar a Washington. Allí también tenía que esperar muchas horas hasta mi otro avión. Una mujer me llevó a hacer los trámites y luego me mandó con un policía que me llevó -sentado en un carrito- hasta una sala de espera. Allí vi un par de películas. Un policía de piel oscura (que si uno lo ve en la calle le daría miedo) se apiadó de mi (me habrá visto super flaco o que no comía nada en todas esas horas) y me compró dos latas de Pepsi y papas fritas jaja. Hacia mucho frío y anochecía. Me daba bronca estar tan cerca de la Casa Blanca y yo sin poder salir a recorrer. A las nueve de la noche salía mi avión. Ya en el gate por donde iba a salir me encontré con un montón de argentinos. Era rarísimo volver a escuchar el acento de uno luego de haber escuchado y hablado tanto inglés. El vuelo era directo a Buenos Aires. Despegó un poco después de las nueve. Por quinta vez me tocó el asiento de al lado vacío y estuve en la ventana del lado izquierdo del avión. Vi las últimas luces de las ciudades de Estados Unidos. Luego algunas de Cuba y Jamaica. Horas después vi un poquito de Brasil. Como todos, dormí bastante. Ya entrando en Argentina, y a pesar de las nubes, vi bastante bien las zonas de Salta y Santiago del Estero. Luego hubo nubes y más nubes hasta Buenos Aires. Llegué al aeropuerto de Ezeiza. Afuera lloviznaba y estaba bastante fresco. Salí enseguida del aeropuerto, no me revisaron nada y mi equipaje apareció enseguida. Seguro que me olvido de contar muchas cosas en este relato. Me queda mucho por conocer aún: Europa, Australia, el sur de la Patagonia, Cuyo, el Noroeste, Cataratas, Machu Picchu, Egipto, etc… Tal vez algún día pueda. Gracias por haber leído mi relato.

2 COMENTARIOS

  1. He visitado Holbox y es un lugar muy bueno para ir con tu pareja, existen un sin fin de restaurantes con comida muy tipica de la región. Sus playas son como la foto lo muestra, accesible para las familias. Definitivamente es un paraíso, sin duda alguna una excelente opción para viajar con tu pareja o con toda la familia. Es un excelente atractivo para visitar en familia. Recorrer la isla en un carrito de golf fue genial, platicando con el chofer nos contaba la historia y costumbres de la gente que vive en la Isla. Esta para volver !! https://bit.ly/2vDW3Hk
    ?La Pirámide mas grande de la Península
    Que te parecerìa escalar 12 metros mas arriba que la piràmide de Chichen Itzà? ? Y despues nadar en un fresco y y rico Cenote. Por supeusto que despues de subir y bajar esta piramide querras sambullirte !! ????? Mencione que tambìen la comida esta incluida? Descubre las ruinas de Coba ! ?
    https://bit.ly/2o8tFJX

  2. I’m curious to find out what blog system you’re working with?
    I’m having some small security problems with my latest blog and I would like to find something more secure.
    Do you have any recommendations?

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.